sábado, 21 de agosto de 2021

Hojas de la memoria: Eulogio Blasco y el "Álbum de Cáceres"

Casi veinte años después, incorporo por fin a mi colección el "Álbum de Cáceres", editado por Eulogio Blasco en 1925. Aunque sus tarjetas postales me eran sobradamente conocidas e incluso ya tenía la mayor parte como piezas por separado, no ha sido tarea fácil localizar el cuadernillo completo, con todas sus vistas, tal como se puso a la venta en su día, conservando incluso aún las tiras de papel cebolla que servían para separar cada una de aquellas. De esta forma, resulta obligado actualizar la información contenida en nuestro libro "La tarjeta postal en Cáceres, 1900-1940", editado por Cicon Ediciones en 2002, y cuya autoría tuve el honor de compartir con la entonces archivera de la Excma. Diputación Provincial de Cáceres, María Antonia Fajardo Caldera. En el catálogo que incluíamos en la última parte del trabajo, efectuábamos una relación de las tarjetas que componían el mencionado "Álbum de Cáceres", en la que no figuran todas ellas, probablemente porque el ejemplar que se tuvo en cuenta (perteneciente al archivo de la Diputación Provincial), no estaba completo.  Y es que, como decimos, lo más común es que las vistas se separasen para su utilización independiente en la correspondencia. Las imágenes que aparecen en estas tarjetas no aportan realmente ninguna novedad destacable respecto a otras del mismo editor, que publicó diversas series. En su mayor parte se basan en las mismas fotografías, si bien lo más característico de este bloc es que las postales son de tonalidad verdosa y con la leyenda en letras negras, no siempre coincidente con la que aparece en las imágenes de otras colecciones. El álbum ofrece una visión muy completa de la ciudad de Cáceres y sus espacios monumentales más destacables, tal y como lucían a finales de la década de 1910 y principios de la de 1920 del pasado siglo. 

La relación de tarjetas que componen este "Álbum de Cáceres", de Eulogio Blasco son las siguientes (sustituye a la que aparece en la página 105 del libro antes mencionado):

Vista General, Plaza Mayor y Torre de Bujaco, Torre de las Cigüeñas, Torreón del Vizconde de Roda, Casa del Sol, Cuesta de la Compañía de Jesús, La Torremochada, Arco del Cristo, Arcos en el Adarve, Arco de la Estrella, Palacio de Godoy, Puerta de Santa María, Palacio del Conde de Adanero, Aljibe Árabe, Casita Muzárabe, Casa de la Cuesta Aldana, Calle del Adarve, Casa Solariega, Castillo de la Arguijuela y Casa de los Golfines. 

Puede apreciarse que algunas vistas que aparecían en series anteriores no fueron finalmente incluidas en este álbum, como las de "Puente de San Francisco" o "Calle de la parte antigua", figurando sin embargo otras nuevas, como el "Palacio del Conde de Adanero" o la dedicada al aljibe. 

En todo caso, Eulogio Blasco retrata en sus postales el romanticismo de un Cáceres de aguadoras y vendedores ambulantes, de palacios con sus paredes encaladas, testigos de un pasado que se antoja dormido en la morriña de los tiempos y el olvido de sus habitantes. 


Diferencias entre las postales incluidas en el "Álbum de Cáceres" y las de otras series de Eulogio Blasco. La situada a la izquierda pertenece a dicho cuaderno (en verde y con leyenda en la parte inferior, en negro), mientras que la situada a la derecha es de otra serie anterior, aun cuando la fotografía es la misma. La leyenda aparece en la parte superior, también en negro. 


La misma fotografía en las versiones del Álbum de Cáceres (izquierda) y de otra de las series (derecha). Además del tono verdoso de la primera, aun cuando se trata de idéntica imagen, la leyenda es distinta: "Calle del Adarve" y "Arco del Adarve". 


En las imágenes anteriores se observa cómo la misma fotografía es reproducida de forma diferente en dos series de postales realizadas por el mismo editor. Vemos que en la primera (izquierda) es dominante el tono verdoso y en la segunda (derecha) prevalece el sepia y la leyenda aparece en relieve, añadiéndosele la mención "Ed. BLASCO", que en las otras figura en el reverso. 

Eulogio Blasco López (1890-1960) demostró desde la infancia sus dotes para las artes, y así, tocaba con su madre el piano (hoy expuesto en el Museo de los Pedrilla), habiendo destacado como artista de la pintura, estudió en la Escuela de San Fernando en Madrid, instalando su taller en Cáceres desde 1935. Como consecuencia del sarampión quedó sordomudo. Destacó también en el grabado, la fotografía y el repujado. La Escuela de Bellas Artes de Cáceres lleva su nombre. También se le conoce popularmente como “Eulogio Blasco, el Mudo”. Sus padres regentaron el establecimiento llamado “El Precio Fijo”, bazar que estaba situado en la calle Pintores, núm. 5 y que cerró en 1972. 




Tarjetas postales basadas en cuadros originales de Eulogio Blasco, de la serie "Tipos cacereños" En ellas aparecen personajes y ambientes propios de la vida cotidiana de la ciudad en las primeras décadas del siglo XX. Aguadoras y mujeres con su indumentaria típica, caballeros con capa y pajarita, Plaza Mayor con bandeja, aguaduchos y torre de Bujaco con su antiguo templete. 







domingo, 15 de agosto de 2021

"Solo inclasificable" de Efi Cubero: Música para los sentidos

Segunda lectura de "Solo inclasificable" (Siltolá Poesía, 76, La Isla de Siltolá, Sevilla 2021) de Efi Cubero. Y estoy convencido de que no será la última. Cuando un libro de poemas te hace disfrutar y aporta contenidos que contribuyen a perfeccionar tu forma de interpretar el verso, e incluso, la de construir los tuyos propios. ese libro termina convirtiéndose en referencia imprescindible. Es lo que se experimenta tras "escuchar" este solo que la escritora Efi Cubero ha compuesto desde sus pentagramas y demás rudimentos verbales. Blandiendo con destreza la "condición del extraño" que asigna al sujeto poético, compone a base de poemas en su mayoría breves, con predominio de los versos endecasílabo y heptasílabo, en ocasiones intercalados en la misma composición, pero no sin excepciones, su particular obra para ser interpretada a la medida de las diferentes cadencias en que se divide. Así, tras ensamblar sus notas para formar los acordes que darán cuerpo a la partitura (en música, un acorde consiste en un conjunto de tres o más notas que forman unidad armónica), sus poemas irán reproduciéndola según el tempo en cada caso elegido (andante, alegro, adagio...) Pero Efi Cubero parte de una visión introspectiva del mundo desde la que se formula preguntas de dimensión trascendental en su enfrentamiento con la intemperie, allí donde el silencio se hace confidente de la nada y uno siente el peso del alma, preguntas que solo puede responder el poeta con las claves de la soledad. La autora indaga en sus itinerarios más íntimos, aquellos que la transportan a su infancia, a  los lugares de esta, que revelan la autenticidad de una luz que se convierte en faro, en icono último. Los poemas de "Contrapunto" encierran así una búsqueda, la del sentido de un tiempo confuso, la de sí misma en la encrucijada que ese tiempo construye con sus incertezas. En su "Allegro"es perceptible ese retorno a elementos referenciales propios, siempre desde la contemplación de la naturaleza, cuya presencia se hace tangible universo desde el que se erige el oficio del poeta en su soliloquio: "el poeta es un incordiador en un mundo de solos", territorio que es campo semántico con el que fundirse para permanecer, como "tronco retorcido que escribe sobre el aire". La batuta de la poeta ordena de seguido cambiar nuevamente de tempo. El poemario inaugura con el haiku "Incertidumbre" su cuarta parte, "Andante", donde asistimos a una intensificación del tono existencial ya intuido en anteriores apartados. El tiempo es aquí un animal equívoco, un sendero de destino incierto. En él la autora "traza su propia línea", sola, espectadora de los fotogramas que componen el curso de las horas. En su discurso convoca el recorrido de los pasos, la reminiscencia de lugares, aromas, nombres y luces que se confunden en la singladura de la memoria, que reviven en la arquitectura del poema. Mas el camino es el de la propia vida y obliga a mantener la cautela, seguir el impulso de la proa que se adentra en lo oculto del mar. El conflicto vital encuentra su símil en el magnífico poema "Ajedrez", que encierra la contraposición de fuerzas que se enfrentan sobre el tablero: "el jaque mate lo dará la muerte". La partitura concluye con un "Adagio" en compases de tres por cuatro, título del intenso poema que da inicio a esta última parte del libro y en el que la autora despliega un esquema métrico que da preferencia al verso alejandrino para expresar de modo transparente sus sentimientos y el dolor de la pérdida, referente temático que está presente también en los siguientes poemas, de tinte elegíaco donde la reflexión sobre el equilibrio y la fragilidad, lo inexorable de lo perecedero, son sus principales constantes. La autora concibe su cotidianidad desde el prisma de la ausencia, de la herida que, en su línea de flotación, le ha supuesto la desaparición de su compañero y parte de su ser en un pacto quebrado por la intransigencia de la muerte. Sobreviven solo en este ámbito, a lo largo de estas notas suaves de adagio y reposo, la contemplación de los recuerdos congelados, la espera de un reencuentro en las cartografías de otra existencia: "soñando que otro plano nos reúna". Atirantan el vello los versos de estos últimos poemas del libro, transmiten ese frío que el silencio y la soledad inoculan bajo la piel, pero también entre las palabras, que regresan una y otra vez al lugar común de las preguntas sin respuesta, del presente hecho vacío que duele y parpadea.  

Enhorabuena Efi, por tan magnífico poemario. 





sábado, 7 de agosto de 2021

El genio mítico y místico de George Harrison: 50 años de "All Things Must Pass"

Continuando en la línea de la entrada anterior, si entonces comentábamos el cincuenta aniversario del concierto benéfico promovido por el ex Beatle George Harrison para ayudar a los refugiados y damnificados de Bangladesh, hoy no podemos pasar por alto que precisamente este seis de agosto ha salido a la venta la edición conmemorativa de los cincuenta años del triple álbum "All Things Must Pass", que Harrison publicara apenas unos meses después de la separación del mítico cuarteto de Liverpool.

Mi relación con ese disco, por mérito propio perteneciente ya a la historia de la música, se remonta a una época adolescente de coqueteo con todo el universo Beatle. Era fácil comprobar que frente a las composiciones de la fábrica Lennon-McCartney, las de aquel tercer beatle, más introvertido, tenían un algo realmente diferente, un sonido que contrastaba con los estereotipos del grupo, Si en los primeros álbumes de The Beatles los escasos temas de Harrison apenas pasaban advertidos (la primera composición  suya aparecería en el álbum "With the Beatles", de 1963, con el título "Don't bother me"), a partir de "Revolver" en 1966, serán ya tres canciones de George las que se incluirán en los álbumes del cuarteto, pudiendo comprobarse la evolución del músico y su deriva hacia sonidos claramente surgidos de sus influencias orientales, muy perceptibles en temas como "Love you To", del referido disco o "The inner light", del recopilatorio "Past Masters". En ellos están presentes instrumentos como el sitar, propios de la música hindú, y que George aprendería de manos del legendario Ravi Shankar. 

No fue fácil conseguir "All Things Must Pass" durante los ochenta, cuando la irrupción de estilos y autores de estética muy diferente habían oscurecido en buena medida los ecos de aquellas músicas herederas del espíritu hippie de décadas anteriores. Inencontrable en las tiendas de discos, en pleno apogeo de la movida conseguí localizar la caja con los tres vinilos en una antigua tienda de Madrid, en una reedición española de 1987. De aquel establecimiento, de los que ya quedan muy pocos en pie, ni siquiera recuerdo el nombre, solo que se encontraba cerca de la estación de metro de Alvarado.  Sería en torno a 1988 y la ciudad vivía un momento de ferviente ebullición en todos los aspectos, no solamente en lo musical. En 2001, ya con Harrison gravemente enfermo, se lanzaría una nueva edición del triple álbum, que esta vez no tuve dificultades para adquirir, haciéndolo en formato CD, integrada por dos discos compactos, con algunos temas extras, procedentes de las grabaciones originales y una versión "modernizada" de su canción más icónica "My sweet lord", con la participación de la cantante Sam Brown y del hijo de George, Dhani Harrison. 


Imágenes de los álbumes "All things must pass", 
en versión caja de 3 vinilos y caja de 3 CD

Ahora vuelve a publicarse "All Things Must Pass" con motivo de estos cincuenta años y con mucho más material rescatado de viejas demos y sesiones de estudio. No en vano, George llevaba recopilando temas varios años antes de la aparición del álbum en 1970, condicionado por las limitaciones que su participación en los discos del grupo le imponían. Escuchar hoy las pistas de estos antiguos vinilos, recordar sus melodías y el profundo contenido de sus letras nos acerca de nuevo al genio místico de Harrison, nos permite comprender hasta qué punto la conciencia de lo trascendente, de la espiritualidad, impregnó sus canciones, de forma muy significativa las de estos tres discos, con títulos que remiten a sus más inmediatas preocupaciones, como "What is life", "Beware of darkness", "Art of dying" o las explícitas "My sweet lord" y "Hear me lord", en las que la idea de la divinidad está más que presente, una divinidad que bebe de las fuentes religiosas del hinduismo, como se aprecia sin dificultad en la primera de ellas, al incluir el conocido mantra Hare Krishna. No son pocos los que han versionado o interpretado estos temas, convirtiéndolos en imperecederos, en legado de un beatle que supo imponer su propio estilo y la autenticidad de su mensaje más allá del fin de la banda y la autoridad de sus dos líderes. 


My Sweet Lord, de George Harrison (1970)





domingo, 1 de agosto de 2021

Se cumplen 50 años del "Concierto para Bangladesh"

Cincuenta años después vuelvo a escuchar los cánticos y los requiebros del sitar. Las imágenes de archivo me devuelven los aromas del sándalo y el cannabis, la energía de un Bob Dylan todavía joven, el altruismo de George Harrison, el virtuosismo de Ravi Shankar, las soledades y los huérfanos de Bangladesh. Cuando el mundo aún vivía la resaca que supuso el anuncio de la separación de The Beatles y asistía conmocionado a la desaparición de icónicos artistas que habían impregnado con su rebeldía la convulsa transición entre las décadas de los sesenta y los setenta del pasado siglo, como Janis Joplin, Jimi Hendrix o Jim Morrison, vigente aún el estertor bélico en el sureste asiático y los rescoldos de la subcultura hippie, otro conflicto, la Guerra de Liberación de Bangladesh (antiguo Pakistán Oriental), con sus miles de refugiados y la catástrofe natural que azotó aquellas tierras en forma de ciclón, vendrían a alimentar la celebración, hace hoy cincuenta años, del primer concierto benéfico de la historia, el que tuvo lugar en el Madison Square Garden de Nueva York el 1 de agosto de 1971, con el fin de recaudar fondos para paliar la enorme tragedia humanitaria que todo aquello supuso. 

Creyeron entonces que una nueva humanidad era posible, que merecía la pena levantar las manos y quitarse las sandalias, que el amor podía fecundar las masas y forzar una salida libre de cinismo a tanta indigestión de ideas. Escuchar los temas que interpretaron genios como George Harrison, Ravi Shankar, Bob Dylan, Eric Clapton, Ringo Starr o Billy Preston nos devuelve ahora a unos años en los que la búsqueda de una conciencia espiritual universal inspiró la música, el arte, la forma de vida de una generación desencantada que sentía en sus carnes la amenaza de la guerra y la creciente deshumanización de la sociedad.

George Harrison y Bob Dylan en el Concierto para Bangladesh

Crecimos luego dinamitando tópicos, abriendo brechas en la opacidad de los andenes. Mil noches nos perdimos en Times Square, alienados por los rótulos de neón, poniendo etiquetas a un futuro que merodeaba entre los transeúntes, sumido en los estereotipos de las películas yanquis. Nos trajo de vuelta a la realidad el estruendo de unos disparos a las puertas del edificio Dakota. Hemos visto todo lo que ha sido de nosotros, del universo conocido: enfrentados a las siluetas monocordes de nuestro propio ser, incapaces de redimirnos, horadando una tras otra las hectáreas de este planeta demasiado complaciente que nos acoge y que cada vez con más frecuencia expresa su disgusto. 

Concierto para Bangladesh. Publicado por The Beatles