domingo, 23 de julio de 2023

Londres en julio: Exposiciones y gentes

Después del Brexit, Londres sigue conservando ese carácter cosmopolita y multicultural que siempre ha caracterizado a la capital del Reino Unido. Tras siete años sin pisar sus calles, nos devuelven un abanico de rostros, de razas, de indumentarias, de distintas formas de interpretar el complejo alfabeto de la vida. Es perceptible esta convivencia de sintonías y de caracteres humanos en el inabarcable laberinto que dibujan los pasillos y las atestadas galerías de Camden, con su food market rebosante de aromas y su oleada de ofertas vintage. Al adentrarse entre el tumulto, uno se siente partícipe de esa libertad que alimenta la mixtura, en un crisol donde se amalgaman nativos, curiosos, turistas, etc. Pero este año el reclamo de Londres -al menos para quien esto escribe- eran las exposiciones que ofrecían la Tate Britain y la National Portrait Gallery. Ambas muy vinculadas a actividades e inquietudes que vienen acompañándome desde hace tiempo. Así, aún con la gozosa resaca de la tertulia vivida en el Casino de Madrid en el mes de mayo, no podía dejar pasar la oportunidad de disfrutar de una muestra como la que con el título The Rossettis se exhibe en estos días en la Tate Britain, Olimpo del prerrafaelismo, donde se encuentran algunos de sus más emblemáticos lienzos. Entre ellos, ese cuadro al que he dedicado muchos versos y que es un referente de mi forma de entender la poética, con su misticismo y carga simbólica, The lady of Shalott, de John William Waterhouse. Ingresados en la Gran Sala, la Dama no cuelga de sus muros como de costumbre. Una solitaria Ophelia se erige en testigo de su ausencia, mientras, unos metros más allá, un grupo de turistas asiste a las explicaciones que una joven guía les expone acerca del cuadro Cristo en casa de sus padres, obra también, como aquélla, de John Everett Millais.  El lienzo de Waterhouse ha salido temporalmente de la Tate y no volverá hasta septiembre, me aclara una de las cuidadoras del museo. Me parece entenderle que está en préstamo en una galería de París, aunque no me fío demasiado de mi destreza en el listening


La exposición dedicada al universo de Dante Gabriel Rossetti, su vida, sus obras y sus contemporáneos, no defrauda en ningún momento. Allí se encuentran algunos de sus cuadros más señalados e icónicos. Especial mención merece el tratamiento dado a su relación con Elizabeth Siddal, Lizzie, cuya pose para Millais emulando la trágica muerte de Ofelia puede haber marcado su impronta en la historia de este movimiento artístico, pero que no agota ni mucho menos su relevancia como personaje y artista, autora de una cada vez más valorada obra pictórica y sobre todo poética. Están allí algunos de sus dibujos, de sus cuadros, incluso un mechón de su pelo y otro de Rossetti, precisamente junto al impactante Beata Beatrix, donde el artista consuma su obsesión por las figuras de Dante y de su amada Beatriz, convirtiendo a la ya fallecida Lizzie en un símbolo del tránsito entre la vida y la muerte, habitante de un espacio donde la inspiración sobrevive a la temporalidad de la materia. Las obras y la leyenda de estos hombres y mujeres, que vivieron durante el gobierno de la reina Victoria, se encuentran representadas a lo largo de esta exposición, imprescindible para los amantes de esta época y de su arte, de sus imágenes y de su literatura. 



Sin abandonar el Reino Unido y dando un salto de casi cien años, un viaje a Londres en estos días permite visitar otra muestra igualmente única, la que exhibe la National Portrait Gallery, donde se recoge una selección de las fotografías realizadas por el músico Paul McCartney, componente del mítico cuarteto The Beatles, y que con el título genérico de Eyes of the Storm plasman el día a día del grupo en aquellos años previos al estallido de la "beatlemanía", desde su punto de arranque en Liverpool hasta su primer viaje a América, en 1964, sus conciertos, la participación de los Beatles en el show de Ed Sullivan, el relax de los músicos en Miami, la incontenible avalancha de los fans... Dicen que el propio McCartney, de ochenta y tres años, visita de vez en cuando la exposición, que algunos visitantes han podido coincidir con él. No tuve esa suerte. Me hubiera gustado que me firmase el catálogo y me habría hecho un selfie junto al mítico ex Beatle. En fin, caprichos de uno. 




Pero este recorrido por la capital inglesa no se ha limitado a la visita de exposiciones y de museos. Prescindiendo de los tópicos y habituales atracciones multitudinarias que congregan a innúmeros turistas armados de cámaras de fotos y a la búsqueda de ñoñas poses (véase las desquiciantes instantáneas en el paso de cebra de Abbey Road), es un placer callejear por el Soho o Covent Garden, atravesar parques que encierran rincones exóticos, como el Kyoto Garden, con sus garzas y pavos reales, o transitar por otros espacios abiertos donde, una vez más, la vida y el implacable discurso del tiempo consiguieron acallar los susurros de la Parca, esos que ahora solo los cuervos parecen compartir desde la atalaya de unas viejas cruces cuyos nombres hace décadas que se borraron. Cementerio de Brompton, hoy lugar de paseo y de running, calles por las que transitan varias generaciones...






Porque esta ciudad, como también las que habitamos, rebosan movimiento, vitalidad y ansia por construir su propio futuro, un futuro donde todos caben, respetuoso con la herencia cultural que atesoran los museos, la que cimenta la idiosincrasia de las gentes.