Y ahora, ¿hacia dónde habrán de conducirse las veredas, los itinerarios del viaje? Quizá sea el momento de aprovechar el recorrido de estos "Escenarios" que acaban de dar el salto al papel impreso y rememorar a través de sus palabras los instantes, los lugares que sirvieron para edificar sus cuadros, hacer que lleguen a quienes quieran acercarse a ellos en esta luna de miel que el otoño ha querido hacerme compartir con la palabra poética. Porque no solo fueron los Escenarios; en estos últimos meses del año que poco a poco va consumiendo su almanaque, han sido muchos los buenos momentos en que ese idilio con el verso se hizo presente, piedra angular sobre la que luego irían forjándose amistades que depararon intensos instantes, sin duda inolvidables, que espero sean el principio de otras muchas. Imposible olvidar la velada que tras su intervención en el Aula de la Palabra de la Asociación Cultural Norbanova tuvimos con Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño. Fueron protagonistas la poesía, el arte, la aventura de los libros, la experiencia de una vida consagrada a las letras. Un deleite poder escuchar la lectura que Luis Alberto hizo del poema "Le Marais", de la primera parte de Escenarios, ya en la sobremesa de la cena que compartimos. Ingente el maestro vistiendo con el magisterio de su voz aquellos versos. Aún resuenan y resonarán por mucho tiempo en mi memoria... En el recorrido de la palabra, también pasaron los Escenarios por las manos de otros magos como Álvaro Valverde o Rafael Soler, aunque han sido muchas más. Densa y envolvente la parada que hicimos en Tánger, para contemplar, oler, saborear un tiempo y una ciudad toda en sí embriagador escenario cuya huella también se dejará notar con largueza a la medida de unos versos, los de Álvaro, que nos llegaron como un regalo desde las orillas del Jerte, aderezados con los aromas del té, las especias y las aguas azuladas del estrecho. De Rafael diré que tenemos que reencontrarnos, más temprano que tarde, sin reposo, como diría Milanés, que su forma de escribir y leer impregnó en una noche fría de finales de noviembre los tapiales de la ciudad monumental y amansó el graznido rebelde de los pavos reales que habitan junto a la aguerrida Torre de Sande. Cierro los ojos y por unos segundos el silencio me devuelve al paroxismo de su Ácido almíbar. Entonces, imagino el telón de fondo de los trazos y el pincel de Felipe Ortega Regalado, a la sazón, también poeta, ambos que junto a Escenarios comparten los negros y elegantes ropajes de la colección "Baños del Carmen". Quieren de nuevo salir los versos a la calle, mojarse con la lluvia intermitente que nos visitó este otoño ya avejentado. Las puertas están abiertas y por ellas se cuela el escalofrío que alumbra la génesis de nuevos proyectos todavía embrionarios. Aún es el tiempo de la escena, del vibrante jazz que irrumpe con su humareda y va marcando el ritmo de las ideas, de los sentimientos que continúan brotando entre cuatro paredes.
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