sábado, 11 de enero de 2020

Savia nueva para la escritura

No es fácil escribir. El lenguaje no distingue almanaques ni agujeros de gusano. Cuando parece abandonado el hábito de la escritura, mientras transitan impenitentes las semanas y hasta los meses, una tarde cualquiera, sin pretender buscarlo, se activan sus resortes, descubres que siguen vivas las habilidades de antaño, con mayor o menor fortuna. En el socavón del silencio, uno ha continuado coqueteando con los versos, domesticando perezosamente las páginas de un libro cualquiera, desentrañando en la vigilia las claves de un futuro impaciente y a la vez plagado de interrogantes. ¿Aguantarán los estantes de mi biblioteca otro año de acumular sin mesura el peso de más volúmenes? ¿Verán la luz esos poemas que ya visten de largo con hechura de nuevo libro? Afuera, mecida por el ritmo del invierno, la ciudad conserva su fachada, su "mirar de ojos extraños", que diría José Luis Morante, quién sabe qué desajustes aguardarán emboscados entre sus callejas, qué turbulencias habrán de soportar las brújulas, los miembros del cuerpo, cautivos de la confortable métrica del sábado. Ya son parte del aire los nombres y las derrotas que jalonaron los itinerarios del pasado más reciente, ahora toca reeditar el desafío del agua, de la vida, de la noche que poco a poco va instalándose sobre los tejados, con su textura de lápiz carbón. Cuesta dar comienzo a una nueva estrofa, elegir las palabras, contar las sílabas. El mundo late más allá del skyline que se dibuja al otro lado del cristal de la ventana. Sin quererlo, el tacto se alarga. Esta luna no es solo mi luna, imagino que es caricia que también comparten otros cabellos, otra piel, detrás del horizonte, donde el rumor de la madrugada esparce sus pétalos. A esa hora en que los jardines duermen y la luz busca reescribir ilesa su andadura, piedra angular del día que se esfuerza en abrirse paso con los estertores de la amanecida. Dice J.A. González Iglesias que "el lenguaje ilumina a su paso las cosas". Y no le falta razón. Cada nuevo verso inocula savia joven, desempolva los secretos senderos de la imaginación, nos hace ver de otra forma el escaparate de lo cotidiano. 


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