En el centenario de la muerte de Rubén Darío, en la presentación del número extraordinario que le dedica la revista "El Cobaya", que tuvo lugar en la Casa de América de Madrid, el pasado martes 13 de septiembre, se recordó el viaje del poeta a través de la Sierra de Gredos hasta la localidad abulense de Navalsáuz, donde residía su amada Francisca Sánchez, que fue custodia de su archivo durante años.
cien años de un hacedor de versos
de un hombre a la medida de su tiempo
funambulista entre las dos orillas del mar océano
con su palabra de complexión intensa revestida de damasco
hoy cuentan la historia de un viaje
de una búsqueda
de un escenario que es de cordillera y dientes de sierra
la historia de una mujer albacea de un secreto
maniatado por la ausencia
por el silencio de papeles que hablan
e imágenes que aseguran que no fue un desvarío onírico
que él existió de verdad
como la retama que cubre los alcores
que tuvieron cuerpo los nombres
más allá de las páginas de un libro
Obras poéticas completas de Rubén Darío, 1ª edición en Aguilar, Madrid 1932, y Revista "El cobaya", número 26, dedicada al poeta.
Cuarenta años después, sigue vigente en Los Barruecos el espíritu de Vostell. En su tumba en el cementerio civil de Madrid, su epitafio incita a la indagación de territorios y verdades aún no removidas: "Son las cosas que no conocéis las que cambiarán vuestra vida".
septiembre clavándose impune sobre los mármoles
infiltrándose en la médula del granito
donde la hiedra ha impuesto su reino de verdes confidencias
y el abandono difumina las huellas de los que fueron
no da tregua el aluvión de lo desconocido
los materiales de que están hechas las pasiones
el andamiaje de los días y el sabor oculto de las palabras
todo fue modelando entre sus manos poderosas
macerándose los enigmas del basalto en los roquedales
quizá allí descifró la mística del agua
se empapó de su parpadeo
y levantó los ojos a la búsqueda de su propio estribillo
infiltrándose en la médula del granito
donde la hiedra ha impuesto su reino de verdes confidencias
y el abandono difumina las huellas de los que fueron
no da tregua el aluvión de lo desconocido
los materiales de que están hechas las pasiones
el andamiaje de los días y el sabor oculto de las palabras
todo fue modelando entre sus manos poderosas
macerándose los enigmas del basalto en los roquedales
quizá allí descifró la mística del agua
se empapó de su parpadeo
y levantó los ojos a la búsqueda de su propio estribillo
Tumba de Wolf Vostell en el cementerio civil de Madrid
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