domingo, 12 de agosto de 2018

El futuro que debemos evitar: Las novelas de la distopía

Acabo de terminar de leer "El cuento de la criada", de Margaret Atwood. Ciertamente, no tiene desperdicio alguno, incluidas la introducción (que leí en último lugar, para evitar posibles"spoilers"), y el complemento histórico que sigue a la finalización de la novela. Con el trasfondo del mundo que nos ha tocado vivir, cualquier distopía, como la que plantea esta obra, no deja de resultar inquietante. Según el diccionario de la Real Academia Española, por distopía ha de entenderse la "representación ficticia de una sociedad futura de características negativas, causantes de la alienación humana"



El cuento de la criada y su versión televisiva

La visión que los escritores, cineastas, y demás profetas de la imaginación tenían acerca de cómo habría de ser la vida en el siglo XXI parece ahora muy distante y bien distinta de aquella que imaginaron en la primera mitad de la anterior centuria, cuando la sola mención del "año 2000" y del cambio de milenio sugerían la realidad de una sociedad completamente deshumanizada, gobernada por las máquinas, y con el hombre lanzado a la conquista y colonización de otros mundos. Aunque, si lo pensamos bien, tampoco se habrían equivocado tanto. Los avances tecnológicos han sido determinantes del nacimiento de una sociedad en la que internet se ha convertido en una referencia imprescindible, lo que poco a poco ha ido repercutiendo en muy diferentes campos. No vivimos en ciudades donde los vehículos aéreos han sustituido a los coches, como imaginaban los guionistas de "Regreso al futuro 2", Robert Zemeckis, 1989, donde el protagonista viaja al año 2015, ni los androides han sustituido a los humanos llegando a ser casi imposible distinguirlos, como sucede en "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, novela de Philip K. Dick, que inspiró la mítica película Blade Runner.  Sí tenemos en nuestros bolsillos terminales que nos permiten controlar la mayor cantidad de información que el ser humano ha dispuesto en toda su historia, y que hacen posible un nivel de comunicación e interactuación impensables hace solo unas décadas. 


Dos de las novelas más emblemáticas dentro del 
género de la "distopía"

Si el futuro es el que plantean obras como "Un mundo feliz", de Aldous Huxley, o "1984", de George Orwell, o la ya mencionada "El cuento de la criada", parece que aún tenemos tiempo de evitar que el ser humano pierda la partida de la cordura y que no sucumba a los delirios del esclavismo tecnológico. Es cierto que hay situaciones, escenarios, que parecen apuntar a una progresiva alienación de la población, y así, basta darse una vuelta por el patio de un colegio o viajar en el metro para comprobar cómo niños y mayores son literalmente absorbidos por la magia de la pequeña pantalla de sus dispositivos móviles, abstrayéndose del resto de sus semejantes. Por no hablar de los efectos derivados de la proliferación de las redes sociales y el cambio de conductas que en el ciudadano de a pie han terminado produciendo, algunas, verdaderamente perturbadoras. Uno ya no es uno mismo, es un perfil en una telaraña que crece y crece, como si de una bola de nieve se tratara, engullendo identidades y episodios vitales. Afortunadamente, la sociedad no ha derivado hacia planteamientos como los que constituyen la base de estas historias de ficción, pero no podemos bajar la guardia. 


"Nomofobia", miedo a salir de casa sin el teléfono móvil

Vivimos en una mundo permanentemente en conflicto, -solo hay que ver las noticias-, en el que la hermandad que debería presidir las relaciones entre sus habitantes, independientemente de su etnia, nacionalidad, religión, recursos económicos, etc., resulta cada vez menos tangible. Las distopías se hacen realidad cuando el ser humano tiene bajas las defensas, y su prevención exige necesariamente no perder cuanto de humanidad nos queda. No tengo dudas de que dentro de solo unos pocos años, casi todas las tareas de nuestra vida diaria se harán desde el teléfono móvil, o engendro que lo sustituya, que desde él podremos controlar (¿o controlarán?), nuestra salud, la asistencia al trabajo, nuestra economía, los medios de transporte, incluso funciones vitales más delicadas. Todo lo demás pertenecerá al pasado. No dejemos que también se archiven los valores que siempre han sido nuestra seña de identidad, procuremos buscar soluciones para no dejar desamparados a nuestros y nuestras iguales. No podemos resignarnos a ser números, individuos con una función asignada, como sucede en las novelas aludidas. La información, el progreso, deben encauzarse en beneficio de una sociedad mejor. Aún estamos a tiempo.


El "Gran Hermano" de Orwell (1984)










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