domingo, 26 de agosto de 2018

¿Son malos tiempos para los blogs?

¿Siguen siendo útiles los "blogs"?  Las llamadas bitácoras eran antaño más populares en internet. Basta con echar un vistazo a aquellas que uno tiene enlazadas con la suya propia, a modo de itinerario que ir siguiendo para acceder a la información que de primera mano dan a conocer amigos, personas respecto de las que se tiene un interés especial, entidades u organizaciones. Mantener regularmente un blog no es tarea nimia. Requiere, además de una importante dosis de tiempo, tener claros los contenidos, la orientación que pretenda darse a la página, renovar de cuando en cuando su formato. En esto, los blogs informativos, que se limitan a difundir noticias, novedades, datos destinados al consumo general de los internautas, suelen tenerlo más fácil. Bastará con ir renovando ese material a caballo de los acontecimientos y los eventos que se deseen divulgar. Suele ser una solución sencilla y barata para aquellos colectivos o personas que no pueden disponer de los andamiajes y el coste que supone una página web estrictu sensu. La opción de acudir a fórmulas como Blogger o similares, resulta idónea en estos casos. Más complicado es el destino de los blogs que podríamos calificar como de creación, ya sea literaria, cuasi periodística o gráfica. Estos requieren lógicamente un esfuerzo mayor, exigen una tarea de selección de textos, ilustraciones y materias, así como necesariamente, un tratamiento diferente del idioma en orden a lo que se busca contar, asimilable a la presentación de una pequeña obra, distinta de lo meramente publicitario o divulgativo.  


La observación de la lista de blogs enlazados con el de uno, o las de otros cercanos, revela que los intervalos temporales de actualización de contenidos son cada vez mayores. La obligación impuesta de renovar diariamente textos, noticias, comentarios e imágenes, empieza a pesarnos un poco a todos los que continuamos de algún modo fieles a este instrumento de comunicación. Por mi parte, intento mantener una periodicidad semanal a la hora de abrir una nueva página en mi cuaderno de bitácora, pero no sorprende ver cómo otros blogs, otrora muy activos, han quedado en el olvido o son renovados después de largos períodos de hibernación. Hay no obstante quienes permanecen fieles a este escaparate y vierten sus ideas, reseñas o críticas con mayor fluidez. Quizá yo no lo haga por falta de tiempo y acaso, también de inspiración. Sigo prefiriendo la bitácora a los comentarios en las redes sociales, aunque ello suponga tener un número de lectores o seguidores muchísimo menor. En realidad, poco me importa. Lo que escribo lo hago porque me apetece y de vez en cuando me surgen temas que entiendo pueden resultar interesantes. Entonces, dilapido unos minutos para soltar unas líneas y colgar alguna imagen, sin renunciar a la posibilidad de que aquellos contactos que quieran acceder a ellas desde Facebook, por ejemplo, puedan hacerlo, a través del correspondiente enlace. Ya comprobé hace tiempo que tener seguidores en Blogger o recibir comentarios a tus escritos quedaba fuera de mi alcance. Insisto, no es algo que me quite el sueño. Antes al contrario, mi página es como una isla microscópica en el mega universo de la web y quienes en ella se detienen lo hacen seguramente por mero accidente o como consecuencia de alguna búsqueda en la que aparece la referencia a un contenido allí incluido. 


Lo de Facebook es sociológicamente más curioso. No todos los navegantes de esta red social se comportan del mismo modo respecto de las cosas que en ella cuelgas o los enlaces que compartes. Resulta enjundiosa la filosofía que inspira la dictadura -para muchos- del "like", del "me gusta", y un ejercicio de psicología avanzada que dice mucho de quiénes somos y cómo nos comportamos ante estímulos que proceden de personas muy variopintas. Así, desde el automatismo de quienes bendicen cualquier publicación desde el primer instante de su subida a la red hasta quienes concienzudamente se lo piensan y prefieren comprobar su procedencia o contenido. La red social es proclive al exhibicionismo, y veremos que aquellas noticias con imágenes propias que reportan momentos vitales, acontecimientos festivos, etc., hacen estallar casi de inmediato el contador de las preferencias de cuantos merodeadores deambulan por los distintos perfiles. El auténtico lector de blogs es bien diferente, sus comentarios, independientemente del foro en que se viertan, revelan la necesaria visita previa a la bitácora, el interés por el trabajo o los temas abordados por su autor, normalmente alejados de la mayor frivolidad que inunda las redes sociales. Rompo pues una lanza a favor de la vigencia de los blogs en este tiempo en el que proliferan los tuits y nos invaden emoticonos y emojis. No me obsesiona cosechar aplausos ni corazones rojos de delirio. 









1 comentario:

  1. Acertada e interesante reflexión, Jesús. Las bitácoras o blogs siguen siendo un espacio bien interesante donde las cosas permanecen y no se volatilizan tan rápidamente como en las redes. Aunque todo se complementa.

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