viernes, 15 de febrero de 2019

Madrid

Cuando se trata de Madrid, algo me toca la fibra sensible. Aunque nacido y crecido en una ciudad de provincias, me resulta irresistible la tentación de la capital, sobre todo si por una u otra razón, acaso inconfesable, te ha impregnado el alma. Uno tuvo, y debe tener aún, familia en esa ciudad de contrastes, aunque hayan pasado años alumbrados por el vacío de un silencio inescrutable. Alguien me dedicó una vez un libro de imágenes -de eso han pasado más de cuarenta años- para que conociera "su Madrid", y sin pretenderlo, luego la urbe colonizó el tejido de los sueños, la ambición de una libertad escrita en las hechuras de un futuro todavía imberbe. No sé qué habrá sido de aquellos parientes cuya pista se perdió en los meandros del tiempo. En vano las hemerotecas sirvieron para algo y tampoco esa dirección en una vieja agenda consiguió facilitar un reencuentro. Uno vio teñirse la ciudad de anonimatos, de indiferentes trayectos en metro, de abortados recuerdos de un pasado que reclamaba con urgencia la complicidad del olvido. 


Hoy, sin embargo, tienen algo de mágico sus calles, en ellas habitan espíritus que han sabido compartir la transparencia de la palabra, el íntimo eco de versos nacidos con el empeño de una libertad acaso profetizada en su cartografía de sensaciones. La presentación de "Líneas de tiempo" fue la tercera que uno de mis poemarios protagonizó allí. Esta vez con el escenario de El Retiro, donde confluyen aromas de inveteradas ferias del libro, de escritores curtidos firmando en sus casetas, de adulta poesía. Resultó gratificante el encuentro con tanta gente cuya fidelidad ha conseguido rebasar las fronteras de la distancia y el calendario: Paco Caro, Antonio Linares, Antonio Daganzo, Paco Castañón. Mónica Gabriel y Galán, Fernando López Guisado, Manuel Neila, Rosa María Estremera...Rafael Soler, sobradamente excusado. Todos han pasado por el Aula de la Palabra o están a punto de hacerlo. Y no dudaron en arropar esta nueva propuesta que Ediciones Vitruvio, con su director Pablo Méndez, ha querido apadrinar, acogiendo imágenes y sílabas. Uno piensa a veces en eso de que nunca se es profeta en su tierra y la acogida de esta grey madrileña contribuya quizá a darle la razón. En estos días, mi buzón se abrió también para recibir las novedades de no pocos amigos. De Ediciones Vitruvio y de la mano de la poeta Rosa María Estremera, que pronto estrenará nueva publicación, me llega el espléndido núm. 6 de Tinta en la Medianoche, donde aparecen tres poemas del libro "La complicidad de los amantes", actualmente en imprenta, y que Takara Editorial publicará en las próximas semanas. Otro envío me deja "Un cuaderno de Tokio", la última propuesta poética de Jesús García Calderón, extremeño afincado en Granada, que publica la editorial Ánfora Nova y cuya primera impresión no puede ser más prometedora, alimentando la lectura sosegada que merece. No hace mucho, fue Paco Caro quien me dejaba su antología "Este nueve de otoño", repitiendo en Lastura, de la mano de Lidia López Miguel, como ya hiciera con su imprescindible Plural de Sed.  En pleno recital, en la Casa de Fieras de El Retiro, recibía de manos de su autor "Los corazones recios", el último trabajo de Antonio Daganzo. 


Y entretanto, uno anda hurgando en sus más candentes proyectos para responder a la demanda que Isabel Miguel me hace para la revista "Álora, la bien cercada", en cuyo más reciente número colaborara la ilustradora Deli Cornejo, autora de las láminas que iluminan ese "Líneas de tiempo" que fuera excusa de nuestro regreso a Madrid, estrenado febrero, para reencontrarnos con el sabor de la libertad.

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