Lleva uno viviendo unos meses de gran intensidad laboral, salpicados de eventos que acaso aportan momentáneas sensaciones de desconexión, pero que no acaban de disfrutarse del todo cuando la mente continúa secuestrada. En las últimas semanas ha visto la luz "La complicidad de los amantes", el libro que acaba de publicar la editorial sevillana Takara y que llevaba esperando desde hacía tiempo. Viendo el resultado de su cuidada edición, la elegancia del color blanco, su capacidad para iluminar el itinerario de los poemas, uno no puede más que sentirse satisfecho. Tiene el libro un poco de ese sol propio de las tierras del sur, el que baña las playas de la hospitalaria Cádiz y llena de reflejos las orillas del Guadalquivir. De algo tendrán la culpa mis queridas Charo Troncoso y Carmen Sotillo, que han puesto todo su cariño en la realización material de este poemario. Pero la primavera ha traído también otras lecturas, otros encuentros. Prácticamente sin tiempo para pisar este año la controvertida Feria del Libro de Cáceres, cada vez más necesitada de reinventarse, no han cesado de acceder nuevos volúmenes a mi biblioteca y, en medio de ese maremágnum de responsabilidades y agobios que ha marcado el discurrir de estos últimos meses, aún ha habido instantes para continuar buscando en la lectura un tronco al que aferrarse, la llave de un universo que se encuentra más allá de las incertidumbres de lo cotidiano. Absorber contenidos, almacenar en la memoria las señas de identidad de creadores y experiencias que perduran una vez cerradas las cubiertas de la novela que acabas de finalizar (en mi caso, "Lluvia fina", de Luis Landero), o los cuadros cuyos matices y combinaciones de color captaron tus sentidos (puestos a recomendar, las sorprendentes pinturas de Balthus, que se pueden ver aún en el Museo Thyssen, de Madrid), contribuyen a desempolvar las neuronas y ahuyentar el aullido de esos fantasmas que generan pesadillas en los territorios donde habita el reposo. Interpretar la cultura como antídoto de la desesperanza y dar testimonio de sus frutos.
No podía expresarlo mejor la poeta Efi Cubero, tras la lectura de "La complicidad de los amantes": "Un libro de emociones reales vividas por el autor intensamente en sus viajes, en sus vivencias y lecturas, sus aficiones, pensamientos, idea del mundo, reflexión ante la humanidad, ante el dolor y la creación, ante la duda”, e igualmente, así lo corrobora el poeta Basilio Sánchez: "La poesía de este último libro no se aleja esencialmente de esas primeras seducciones tuyas, pero gana en calidez expresiva y en hondura poética, tu surrealismo inicial se ha humanizado y tus referencias culturales están claramente al servicio de un orden superior que no es otro que tu idea de la poesía como sabia conjunción de tres elementos esenciales: la verdad, la belleza y el misterio".
No podía expresarlo mejor la poeta Efi Cubero, tras la lectura de "La complicidad de los amantes": "Un libro de emociones reales vividas por el autor intensamente en sus viajes, en sus vivencias y lecturas, sus aficiones, pensamientos, idea del mundo, reflexión ante la humanidad, ante el dolor y la creación, ante la duda”, e igualmente, así lo corrobora el poeta Basilio Sánchez: "La poesía de este último libro no se aleja esencialmente de esas primeras seducciones tuyas, pero gana en calidez expresiva y en hondura poética, tu surrealismo inicial se ha humanizado y tus referencias culturales están claramente al servicio de un orden superior que no es otro que tu idea de la poesía como sabia conjunción de tres elementos esenciales: la verdad, la belleza y el misterio".
Y es que en todo reside la idea de la búsqueda, la que lleva a rastrear en los cimientos del conocimiento para tratar de dar significado a las grandes preguntas de la existencia, las que atormentan al hombre, que avanza a pasos lentos, edificando día a día su propia manera de interpretar el guion de la historia.
Libros y más libros, para hacer habitables los desaires de la realidad
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