Hacía al menos dos años que no nos dábamos una vuelta por la Feria del Libro de Madrid. Surgió esta vez la oportunidad y al menos durante las horas de la tarde de ayer visitamos el recinto del Parque del Retiro donde están instaladas las casetas. Ciertamente, todo se escribe aquí con letras mayúsculas. Una desmesura de gente y una vorágine de ofertas que para poder apreciar en toda su extensión se necesitarían múltiples recorridos y paradas.
Iba con la idea de tomar contacto con algunos de mis autores de cabecera, que ese día recalaban en la Feria, e incluso cargué la mochila con algún que otro libro para traérmelos firmados por ellos. pero luego, allí, todo se torna mastodóntico y te sientes engullido por ese tránsito lento que conduce hasta las últimas casetas, sorteando colas y obstáculos que, al final, desbaratan con creces cualquier plan inicial que se hubiera podido trazar. Instalado en el caracoleo de la serpiente, apenas si distingues el color y la numeración de las casetas. Uno es un anónimo desconocido en el mundo de la literatura, y en un lugar como este, ese sentimiento de pequeñez e insignificancia se magnifica todavía más. El merchandaising de las editoriales, la parafernalia, la puesta en escena de algunos autores, que nada tienen que envidiar a las estrellas de c cine, componen sus secuencias, que completa un público ávido de mitología, "selfies" y apretones de manos, pero también de lectores fieles que no dudan en aguardar cuanto sea por conocer en persona a aquel autor/a cuya palabra e historias se han convertido ya en parte de su vida. Número a número, busqué en vano la firma del extremeño Luis Landero, cuya novela "Lluvia fina" llevaba en mi bolsa. No pudo ser. Quizá un desajuste de horas y de nombres. Tendré seguramente otra oportunidad más adelante. Sí lo conseguí con Enrique Vila-Matas, cuya bibliografía prácticamente ocupa un estante de mi biblioteca. No le imaginaba tan serio, de mirada tan penetrante, intimidatoria casi. Es comprensible la monotonía de repetir el mismo ritual horas y horas para complacer a un público, impaciente las más de las veces. Este lector le dejó además la tarjeta de visita de la Asociación Cultural Norbanova y nuestra invitación a venir a Cáceres a presentar sus libros en el Aula de la Palabra. Nos remitió a su agente. Lo intentaremos. Nunca se sabe. A lo mejor existe alguna posibilidad.
Con el escritor Enrique Vila-Matas
Junto a él, otros dos pesos pesados de la literatura firmaban sus últimas obras. Tratar de llegar hasta Antonio Muñoz Molina era empresa de envergadura, o más bien, de renunciar a seguir paseando por la Feria y apuntarse a una cola cuyo fin no era fácilmente adivinable entre tanta multitud. No me costó estrechar la mano a Benjamín Prado, a quien tuvimos hace tiempo en el Aula, experiencia que sin embargo, parecía haber olvidado por completo. Todo lo contrario que Luis Alberto de Cuenca, que desde la caseta de "Reino de Cordelia", repartió recuerdos y buenos deseos para la gente de Cáceres que un día le hizo de anfitrión, ofreciéndose a participar y apoyar futuras actividades. A Manuel Vilas, buen amigo también, no quise importunarle, imbuido en el trabajo de firmar ejemplares de su exitosa "Ordesa", y de su obra poética publicada por Visor. Otro tanto con nuestro querido paisano Eugenio Fuentes, que desde su caseta de Tusquets Editores, andaba preparado para recibir a los muchos seguidores de sus novelas que querrían tener firmada su reciente "Piedras negras". Desde aquí le deseo el mayor de los éxitos.
Escritores, YouTubers, políticos, personajes de todo tipo
firmando en las casetas de la Feria
Gratificante resultó, muy particularmente, nuestro encuentro con el querido amigo Nicolás Corraliza, que firmaba ejemplares de su libro "Abril en los inviernos", en la caseta de la editorial "Cuadernos del vigía", prácticamente en los linderos de la Feria, cerca del stand donde una atareada escritora sueca Camila Läckberg tenía también trabajo para rato, vista la gran cantidad de fans de sus novelas policiacas que esperaban, libro en mano, llegar hasta ella.
Me hubiera gustado tener más tiempo para conocer a algunos autores de indudable atractivo que rondaban esa tarde por la Feria. Saludar quizá a un despistado Pablo Carbonell, al que vimos con el rabillo del ojo detenerse unos instantes con su amigo Benjamín Prado, haber podido invitar a más gente a venir a Cáceres, al Aula de la Palabra, o que al menos, supieran de su existencia. Pero uno es, como decía al principio, un molesto turista literario más en medio del parque temático en que al final se convierte un evento de estas características. No obstante, siempre merece la pena vivir la experiencia de darse cuenta de lo reducido que es el universo de nuestra cotidianidad y quizá, otorgarle todo el valor que tiene y se merece.
Algunos de los libros que nos trajimos de la Feria
Mañana lunes, 10 de junio, unos pocos nos juntaremos para presentar mi libro "La complicidad de los amantes", apoyado por excelentes profesionales de la música como el pianista José Luis Porras o la cantante Ana Peromingo. Solo lo haremos una vez. En estos casos, el recuerdo que quede en la memoria tendrá doble valor, aunque siempre los poemas seguirán aguardando al lector que quiera acercarse a ellos, generosamente, desde las páginas del libro.
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