viernes, 3 de abril de 2020

Viernes de Dolores, viernes de dolor...y esperanza

¡Qué extraño Viernes de Dolores, antesala de la Semana Santa! Tan lejanos ahora aquellos tiempos en que este día era el del retorno a casa, a mi ciudad, a la compañía de aquellos cuya presencia tanto anhelamos, al olor a túnica recién planchada en la alacena de mi madre. Y en la calle, un gentío creciente, con el bullicio de los locales atestados y la promesa de unas jornadas abiertas al estallido de la primavera. 

Hoy, sin embargo, no habrá viacrucis en las calles del barrio antiguo, ni la Cofradía del Cristo Negro abrirá las puertas de Santa María, avanzando su medieval cortejo entre hachones hasta la capilla de los Hermanos de la Cruz Blanca para recoger su Cruz de Guía. 

El mundo permanece cautivo de un enemigo invisible, retorciéndose convulso extramuros de nuestros hogares, con el dolor y la incertidumbre impresos en los rostros. 

Hoy, la vigilia más comprometida será la de quienes, en los hospitales, en las fuerzas de seguridad, en los transportes, en los centros de producción y distribución de alimentos, procuran que todo el engranaje continúe funcionando, que los corazones sigan latiendo, que los pulmones se llenen de aire. 

No habrá tambores ni esquilas, ni saetas al filo de la madrugada. Ese Cristo que padece prendido del madero tiembla esta noche sobre una cama de UCI, y sus cofrades son cada uno de los entregados profesionales que le acompañan y le insuflan ánimo. 

Que su aliento aleje definitivamente este mal que nos acecha.


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