sábado, 28 de marzo de 2020

Mi lectura de "Progenie" y otros avatares

Cuando comencé a leer "Progenie" de Susana Martín Gijón, quizá no éramos aún conscientes de lo que se nos venía encima. En esa semana posterior al bisiesto, al que muchos atribuyen toda suerte de agoreras calamidades, marzo estrenaba sus auroras prendidas de esquejes con olor a primavera cercana. En Cáceres, en las salas del Museo de Historia y Cultura "Casa Pedrilla", representantes públicos y de la cultura de la ciudad se reunían para inaugurar la exposición retrospectiva dedicada a la obra de la artista Pilar Durán, "La mujer en en el arte contemporáneo extremeño", quien supo encajar su tesela en el complicado mosaico del panorama pictórico de un siglo veinte extremeño prácticamente copado por los varones. Aunque ya fallecida hace unos años, vínculos personales me ligan a sus familiares y a su entorno, e incluso tengo el privilegio de disfrutar de la cotidianidad de algunas de sus obras, que dignifican las dependencias de uno de mis compañeros de trabajo. Los sugerentes cuadros de Pilar Durán, con su gran fuerza creativa y riqueza cromática acaso habrían de ser excusa para una de las últimas convocatorias públicas a la que iba a asistir, aunque otras muchas ya  poblaban las celdillas de mi agenda inmediata.


Así, y sin olvidar los siempre tradicionales actos de una embrionaria Semana Santa en los albores de la Cuaresma, los siguientes días de marzo anticipaban citas literarias significativas como la lectura de poemas de Javier Pérez Walias, en el "Aula José María Valverde", el jueves 12, o la misma presentación de "Progenie", que veníamos esperando con avidez para culminar un trimestre pletórico en el "Aula de la Palabra" de la Asociación Cultural Norbanova, el viernes 13 de marzo, evento que, como el anterior, tendría lugar en el Salón de Actos del Palacio de la Isla.  Mi visita a Madrid, el 7 de marzo, que ya es objeto de una crónica anterior en este Blog, ya anticipaba una atmósfera cargada de tangibles incertidumbres, de temores agazapados. La ciudad continuaba moviéndose a su ritmo habitual, ofuscada entre actos multitudinarios ya convocados y otros a punto de congregar a miles de personas. Entretanto, los capítulos de "Progenie" iban avanzando, como también su absorbente trama. Tomaban cuerpo sus personajes, el gusanillo que caracteriza a la novela negra compartía con el virus ese poder de contagio, exponencial al interés del argumento y al ansia del lector por continuar indagando en las claves de la novela, en un momento en que la curva continúa siendo ascendente y el clímax se antoja todavía lejos. 


En misión de rescate, vuelvo a Madrid el 11 de marzo: Stop. Cargar equipaje. Abandonar la urbe. Kilómetros por delante, se difuminan las torres y sus siluetas en un incierto brindis al futuro. El manos libres del automóvil me regala la voz preocupada de Susana Martín Gijón, pendiente de su presentación, prevista para apenas dos días después. Le comento que el Ateneo ha clausurado todas sus actividades, que la Concejalía de Cultura está pendiente de la respuesta del Ayuntamiento para suspender la programación del Palacio de la Isla. Luego, ya en Cáceres, me comentan que se ha aplazado la lectura de Javier Pérez Walias. No tiene sentido que Norbanova mantenga la presentación de "Progenie" y se lo comunico a su autora. La lectura deberá continuar en la soledad del confinamiento, que no tarda en decretarse. Ayer, después de 430 páginas, cuatro partes y un epílogo, saboreo los secretos de la novela de Susana. No, no se preocupen, no habrá spoilers en este artículo. Solo decir que me han quedado todavía más ganas de que la autora retome su compromiso con el Aula de la Palabra y algún día pueda venir para someterla a un "tercer grado" sobre su novela. Ojalá sea posible, quizá el próximo curso, si amainan estos esquivos vientos que ahora nos sacuden. Seguro que nos hablará del significado que la mujer tiene en su obra. Mujer, madre, mujer empoderada en roles tradicionalmente atribuidos a varones, mujer libre, coraje, heroína. Y no digo más. Solo que sigue en pie nuestra invitación a hablarnos de todo ello en el Aula, cuando las condiciones sean favorables. Ahora, el cuerpo me pide volver a Borges, a ese Borges que encontró en Ginebra la ciudad donde supo ser feliz, donde decidió residir para siempre. Sus relatos transatlánticos me reconfortan. Sus personajes, sus reflexiones. 


Y en poesía, rescatar a Aleixandre. Su casa en Velintonia clama un esfuerzo de las instituciones. No en vano, nuestro Premio Nobel recibió allí a sus contemporáneos, muchos de ellos, también copartícipes en silencio de ese mismo galardón que nunca pudieron recibir.  Cuando todo esto pase, y aun consciente de las dificultades que arrastrará esta crisis, espero que un pellizco del presupuesto de Cultura no se olvide de este lugar. Que suceda como en Cáceres, con su "Casa Pedrilla", que renació del olvido para convertirse en Museo de Historia y sede de las obras de Oswaldo Guayasamín. 


Creo que ya me he desahogado bastante. Ahora, mi desvelo es para personas como mi queridísimo amigo y excelente poeta Basilio Sánchez, Jefe de UCI del Hospital "San Pedro de Alcántara" de Cáceres, cuyos profesionales están desarrollando, en primera línea una labor encomiable. Para ellos mi reconocimiento y apoyo en estos momentos en que la poesía verdadera no es sino la entrega, la generosidad sin reservas. 


Foto: Lorenzo Cordero

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