viernes, 1 de mayo de 2020

La nueva normalidad

Qué sea la "nueva normalidad" parece ser el reto que esta sociedad tiene ahora por delante. Si es "nueva" debe ser porque la que conocíamos ha saltado por los aires, se ha visto sobrepasada por los acontecimientos y el sangrante martillo de las estadísticas. Este año distinto a todo hizo añicos la rutina, abolió el bullicio en las ciudades, edificó una distopía inspirada en hechos reales, con el murmullo de fondo de miles de nombres amputados y el hervor del asfalto huérfano, tiritando. 


Poner otra vez el contador a cero. Inundarnos de eufemismos. Inventar un nuevo lenguaje. Aprendemos palabras que no figuraban en el diccionario, que buscan adaptar la realidad a esa transición que vivimos, poblada de incertidumbres. "Desescalada", "recalendarizar""desconfinamiento", "mamparizar"... ¿qué está sucediendo? Estamos rodeados de palabras vencidas, incapaces de seguir respirando, de noticias que cuesta digerir.  Canceladas las citas en las agendas, se impone acostumbrarse a una cotidianidad bien distinta, con la frialdad de la sospecha, desconfiar de los abrazos, en un escenario de semáforos en rojo. 


Aplazarlo todo. Posponer la libertad para cuando las aguas hayan vuelto a su cauce. Serán necesarios meses con más días, días con más horas, flujos de aire limpios de amenazas invisibles. Solo así podrán celebrarse los actos, los eventos que han debido quedar aparcados. Casi sin tregua, sin resuello. La "nueva normalidad" vendrá cargada de urgencias, de búsquedas, de voces que han visto perder su equilibrio, de labios que no pudieron despedirse de otros labios, de manos agotadas que esperan la energía de otras para recobrar su fuerza.  

Entretanto, en el silencio, asoma la hierba entre las grietas del pavimento y los animales transitan por las aceras adormecidas. 











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