El 22 de diciembre de 1870 fallecía en Madrid el poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Acaban de cumplirse pues ciento cincuenta años de la muerte de uno de los autores más leídos de la literatura española. Sus "Rimas" han trascendido sobradamente desde el sentimiento y la intimidad en que fueron escritas, su poesía sencilla, sobria y conmovedora sigue cautivando a quien se acerca a ella, porque en sus versos reside la esencia del alma humana. La huella de Bécquer se advierte sin dificultad en los poetas que cronológicamente le siguieron, Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y también los autores del 27. Baste recordar aquella cita que Rafael Alberti incluye en su libro "Sobre los ángeles", tomada de una de sus rimas, "Huésped de las nieblas..." Quién no ha aprendido y recitado algunos de sus versos, se ha emocionado con ellos. Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), considerado uno de los más genuinos representantes del romanticismo español, merece ser recordado y releído, estudiada su vida y su época.
Han sido muchas las veces en que me he acercado a sus obras. La lectura adolescente de sus poemas se encuentra acaso en el origen de mi vocación literaria, aquella Antología perteneciente a la Biblioteca Básica Salvat (núm. 53), que teníamos en casa fue uno de mis primeros libros de poemas, compañero fiel de tiempos de mocedad, de primeros e idealizados romances. Las ediciones de Cátedra de "Rimas" y "Leyendas", me reportaron una visión más académica del poeta, las claves para interpretar con mayor rigor el contenido de su obra, sus formas de expresión y su temática. Siempre me fascinó esa atmósfera mágica, gótica, onírica y decadente de las "Leyendas", mestizaje entre historicismo e imaginación al servicio del relato. Son muchos los Bécquer que coexisten en la personalidad de Gustavo Adolfo. El de su Sevilla natal, andaluz y costumbrista, el afincado en Madrid, constructor de su propio destino, cronista y espectador de las convulsas sacudidas de la política del tiempo que le tocó vivir. Lejos de la bohemia de sus primeros días en la capital, terminaremos asistiendo a un Bécquer más burgués, más pragmático. Pero asimismo, no podemos olvidar al poeta en su celda del Monasterio de Veruela o el ensimismado por la belleza y los secretos de la imperial Toledo, que reflejó en varias de sus narraciones. En estos días, regreso a Bécquer a través del excelente libro de Joan Estruch Tobella, "Bécquer, Vida y época", Editorial Cátedra (Serie Biografías), buscando redescubrir su obra y también su trayectoria vital, los avatares que marcaron su madurez personal y literaria.
Pero es que uno también es coleccionista, y particularmente, devoto del sello y los efectos postales. Indagando en este mundo, se encuentran también las huellas del poeta sevillano, generalmente identificado mediante la imagen icónica del retrato realizado por su hermano Valeriano que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. En 1970, coincidiendo con el centenario de su muerte, se emite una serie de seis valores en la que aparecerán seis nombres relevantes de la literatura española, entre los que figura Gustavo Adolfo Bécquer (sello de 2 pesetas), quien está acompañado por el Premio Nobel Juan Ramón Jiménez, el egregio Miguel de Unamuno, Concha Espina, Guillén de Castro y el vate de Frades de la Sierra, José María Gabriel y Galán, del que se cumplían cien años de su nacimiento.
Serie emitida por la FNMT para la República de Guinea Ecuatorial con motivo de 175 aniversario del nacimiento de Gustavo Adolfo Bécquer (año 2011).
En 1978 aparece de nuevo el poeta, esta vez en la representación que de él existe en el Parque de María Luisa de Sevilla, en el monumento que se le dedicó, obra de Lorenzo Coullaut Valera, inaugurado en 1911. Esta vez se trata de un "entero postal", que es ilustrado por dicho monumento, erigido por iniciativa de los Hermanos Álvarez Quintero, precisamente quienes se encargaron de elaborar el prólogo para sus Obras Completas, publicadas en Madrid en 1934. Es de forma circular compuesto de un busto en alto pedestal con tres figuras femeninas sedentes en un banco, que representan el “amor ilusionado”, el “amor poseído” y el “amor perdido”.
Excelente artículo, felicidades
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