Este fin de semana (20, 21 y 22 de mayo de 2022) se ha celebrado en Miajadas el I Encuentro Internacional de Escritores, organizado por el Ayuntamiento de dicha localidad con la colaboración del Grupo Editorial Sial Pigmalión, la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes y el Pen Club España, evento coordinado y dirigido por José Cercas Domínguez y Basilio Rodríguez Cañada. He tenido la satisfacción de participar en los actos de la segunda jornada de este encuentro, en la Mesa Redonda "Extremadura y su literatura", junto los autores José Antonio Redondo Rodríguez, José Juan Ruiz Masa y Manuel Pecellín Lancharro, que actuó además como presentador y coordinador de la mesa. Para cerrar los actos del sábado, tuvo lugar un recital poético en el patio del Palacio Obispo Solís, en el que también puse mi granito de arena con la lectura de diversos poemas pertenecientes a Las erratas de la existencia y algunos inéditos.
Reproduzco a continuación el texto completo de mi ponencia, crónica sentimental del ambiente literario de Extremadura desde los años ochenta del pasado siglo.
EXTREMADURA Y SU LITERATURA
Miajadas, 21 de mayo de 2022
I. Transcurre la palabra como una secuencia de fotogramas. La literatura se hace imágenes, remolino de renglones entrelazados que convergen sobre las páginas de un libro. Como un filme, me devuelve al alba de este oficio, en la lejana proximidad de los primeros años ochenta del pasado siglo, cuando Extremadura comenzaba a construir la conciencia de su ser literario. Muchos éramos entonces universitarios, aprendices de poetas, hilvanábamos versos a bordo de fanzines y fotocopias. Lo que sabíamos de quienes nos habían precedido estaba esculpido en estrofas galanianas, en las novelas, contemporáneas del naturalismo, del villanovense Felipe Trigo. Recitábamos de corrido los poemas de Espronceda y descubríamos que, entre tantos nombres masculinos, brillaba con luz propia la figura de Carolina Coronado, con su postromanticismo y su compromiso, mujer adelantada a su tiempo. De todos ellos bebimos en aquellos años de crecimiento personal, cuando esa joven Extremadura que acaba de estrenar su autonomía ya se postulaba, pujante faro, en los caminos de las letras, surcada de prometedoras voces y entusiasmo creador. De lo que pasara durante esos años de la década de mil novecientos ochenta, da fe en gran medida el poeta y profesor Santos Domínguez en su ensayo Memorial de un testigo, donde recuerda la efervescencia literaria de entonces, destacando las figuras de Ángel Campos Pámpano y Ángel Sánchez Pascual, aglutinadores respectivamente en las provincias de Badajoz y Cáceres, de ese flujo de incipientes creadores que comenzaban a hacerse visibles desde los ámbitos universitarios, promoviendo iniciativas como las aulas literarias, los premios, las revistas…
Conocí a Ángel Sánchez Pascual cuando regentaba la Institución Cultural “El Brocense” de la Diputación Provincial de Cáceres. Acababa de publicar mi primer libro, una ingenua colección de poemas adolescentes. A mi alrededor, bullía el magnetismo que irradiaba la Facultad de Filosofía y Letras y el magisterio de los inolvidables profesores Rozas y Senabre. Desde Badajoz llegaban los versos de Santiago Castelo, José Antonio Zambrano, Delgado Valhondo, Manuel Pacheco, además de los del propio Ángel Campos, llenos de referencias lusitanas. Tanto teníamos que aprender. Tantos eran los poemas que aguardaban, agazapados en el líquido amniótico del insomnio. Mis primeros escarceos en este territorio fueron fruto de tardes compartidas, de lecturas improvisadas en veladores, de descubrimiento de autores y autoras que, repartidos por todos los rincones de nuestra comunidad, alentaban en quienes, novicios e impúberes, garabateábamos servilletas con el bolígrafo de la inspiración. Imposible relatar todos los capítulos de aquella lenta gestación del verbo. Eso sí, gratitud, mucha gratitud, para cuantos nos abrieron los ojos a este hipnótico universo. Solo recordaré ahora algunos momentos y flashes inolvidables que son ya parte de Extremadura y su literatura. Así, mi primera instantánea me traslada a la casa Capela de Bernardo Víctor Carande, en las proximidades de la localidad pacense de Almendral. Fue una tarde fría de enero, a principios de los noventa, cuando presidía la Asociación de Escritores Extremeños. Aún recuerdo aquella biblioteca, heredada de su padre, su sabiduría infinita y su apoyo.
No demasiado lejos, donde se hermanan las provincias de Cáceres y Badajoz, en la columna vertebral que las comunica, el ya desaparecido restaurante “Kilómetro 40”, servía de marco, a finales de los ochenta, para celebrar la asamblea que daría vida a la “Revista de Extremadura”, empresa auspiciada por el profesor Romano García y que pretendía rescatar la nomenclatura y la filosofía de aquella ilustre publicación de primeros del siglo XX. Acompañé entonces a uno de mis mentores, el poeta y abogado cacereño, Miguel Serrano. También junto a él había compartido mesa y mantel unos años antes con el luego Premio Nobel de Literatura, José Saramago, con motivo del homenaje que se rindió en Cáceres al poeta Fernando Pessoa. Solo unas pocas instantáneas, entre tantos pellizcos de verso y prosa. Todos vivos en el recuerdo, como las sensaciones posteriores a las lecturas, presentaciones de libros, la inquietud y el torbellino de los premios.
II. Con el despertar del nuevo milenio, asistiremos a la madurez de muchos creadores cuyos nombres ya figuraban en las nóminas de aquellas aulas y antologías de finales de siglo. Imprescindibles para la memoria y el conocimiento de la literatura extremeña son obras como Literatura en Extremadura, de Manuel Pecellín Lancharro (3 volúmenes), Abierto al aire, Antología consultada de poetas extremeños, coordinada por Ángel Campos y Álvaro Valverde; Antología de jóvenes poetas extremeños en el aula, recopilados por Ángel Sánchez Pascual. La concesión a autores extremeños de premios de gran prestigio nacional como el Loewe, el Gil de Biedma, el Juan Ramón Jiménez, el Adonais, en poesía, por recordar solo unos pocos, vendrá a elevar la categoría de nuestra literatura, comenzando a cotizarse nuestras plumas en editoriales de acreditada solvencia y visibilidad, que harán llegar sus textos a un círculo de lectores que rebasa las fronteras de la Comunidad Autónoma. La diáspora extremeña también dará sus frutos de la mano de novelistas como Luis Landero o Javier Cercas, figuras hoy más que deslumbrantes dentro del panorama literario nacional. Pero aquí, respirando el aroma de las jaras y al calor de la dehesa, en la cotidianidad de nuestras ciudades, se estaban gestando iniciativas, nuevas formas de interpretar el fenómeno de la literatura. Las tecnologías emergentes, las posibilidades de internet, el interés de los medios y unas mayores facilidades para la difusión constituirán el caldo de cultivo en el que verán la luz editoriales nuevas, se desarrollarán las Ferias del Libro, los eventos culturales en los que el libro y los autores pasarán a ser protagonistas, haciendo posible un mayor contacto y cercanía con los lectores, que se disputarán sus firmas. Junto a las publicaciones promovidas por las administraciones públicas, asociaciones y particulares diseñarán propuestas editoriales de lo más variado. Sorprende así, cómo en la ciudad de Cáceres, por ejemplo, en apenas unos pocos años, hayan surgido una buena cantidad de estas editoriales independientes, que, aun contando con escasos medios, no solo han conseguido sobrevivir sino impulsar publicaciones diversas, permitiendo descubrir obras y autores que acaso de otro modo no hubieran logrado llegar al papel impreso. Baste recordar entre estas iniciativas, las de las Asociaciones Culturales “Letras Cascabeleras”, “Norbanova”, “Ediciones Liliputienses”, especializada en literatura latinoamericana, “TAU editores”, por citar solo algunas, que seguirán la senda de otras anteriores ya consolidadas, como “De la Luna Libros”, “Del Oeste Ediciones” o “Universitas Editorial”. Editoriales y autores tendrán su escaparate en los numerosos eventos y actividades que van a proliferar en estas primeras décadas del nuevo siglo. Pugnarán las ciudades por la organización de la mejor feria del libro y así, desde la madrugadora Trujillo, en marzo, se vestirá la primavera extremeña de versos y de historias en plazas y paseos emblemáticos de nuestra geografía. No faltarán semanas en las que no se programe algún acto relacionado con la literatura. Salones, teatros, bares, serán escenarios para las presentaciones, los recitales, los encuentros con autores.
III. Extremadura y su literatura viven un momento dulce. El compromiso de las instituciones, la universidad, las editoriales, con los creadores, está dando frutos con la aparición de nuevas colecciones y eventos en los que nuestras señas de identidad se hacen tangibles. Sirva de muestra la implicación de la Real Academia Extremeña de las Artes y las Letras con la colección “Extremadura” de la editorial Sial Pigmalión, en la que tuve la satisfacción de ver incluido mi último poemario Las erratas de la existencia, en 2021, después de haber transitado mis versos por las colecciones “Alcazaba”, de la Diputación de Badajoz, “Abezetario”, de la Diputación de Cáceres o “Vincapervinca”, de la Editora Regional de Extremadura. Precisamente, en dicha colección “Abezetario”, aparece publicada en 2013 (letra b), la antología Matriz desposeída Últimas voces de la poesía en Extremadura, preparada por Mario Martín Gijón y Rafael Morales Barba, que podríamos considerar versión actualizada del trabajo de Ángel Campos y Álvaro Valverde, Abierto al aire, de 1984. Entre una y otra antología han transcurrido la friolera de veintinueve años. Los poetas antologados en esta Matriz desposeída no habían nacido cuando aquellos precursores coordinaron esa recopilación pionera, con la que se inauguraba la colección de poesía de la Editora Regional de Extremadura.
A lo largo de todo este tiempo Extremadura ha visto crecer su oferta literaria más allá de la impronta de voces adheridas al tejido de nuestra tierra como las de Gabriel y Galán o Luis Chamizo, aunque sus obras sigan figurando entre las más demandadas. No caeré en la tentación de efectuar ninguna relación de autores o de títulos destacados. Unos y otros se bastan y sobran desde las páginas de sus libros e igualmente, son varios los trabajos coordinados por especialistas en los que se describe el estado actual de la literatura extremeña y se reseñan sus nombres más sobresalientes. Por recordar algunos de estos estudios, el de Miguel Ángel Lama y Luis Sáez Delgado, Literatura en Extremadura Siglo XX, Antología didáctica de textos, que publicara Del Oeste Ediciones en 2003; o los tres volúmenes de Literatura en Extremadura 1984-2009, coordinados también por el profesor Lama y editados por la Editora Regional de Extremadura y Del Oeste Ediciones. Más recientemente, la editorial Sial Pigmalión, dentro de su colección “Extremadura” publicó en 2021, Máscaras de invierno, de Manuel Pecellín, que, con la estructura de un diario, constituye un brillante recorrido por las experiencias de quien es uno de los mejores conocedores del panorama literario de nuestra región. Este encuentro que celebramos, como otros anteriores y los que ya están programados para próximas fechas, en localidades muy diversas, reflejan ese interés creciente por la literatura y las aportaciones de escritores de todo tipo, más o menos conocidos, extremeños y foráneos, pero todos con mucho que decir. Estamos en un momento en el que la lectura se convierte en nuestras vidas en un bien de primera necesidad, imprescindible para el progreso de la sociedad, capaz de hacernos más humanos y solidarios. Extremadura necesita identificarse con sus creadores, sentir como propio su trabajo. Gracias a quienes de una u otra forma contribuyen a hacerlo posible.
Jesús María Gómez y Flores, 21 de mayo de 2022.
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