domingo, 29 de enero de 2023

Fotografiar el tiempo...con la palabra

Con la frase "Todas las imágenes desaparecerán" comienza el libro Los años de la escritora francesa Annie Ernaux, galardonada en 2022 con el Premio Nobel de Literatura. Y es que esta obra está concebida como una sucesión de fotogramas, de flashbacks extraídos de la memoria de su autora, aunque bien podría decirse que de la memoria de la humanidad, cúmulo de experiencias e impresiones personales y también colectivas que rescatan la impronta de un tiempo ya almacenado en los cartapacios del pasado, en los titulares periodísticos o en el recuerdo de los que ya no están, para construir una suerte de diario, o mejor, de álbum en el que adherir los cromos que condensan las instantáneas de toda una vida, que a su vez lo es de muchas, porque, según Ernaux, "El tiempo de los hijos sustituía el tiempo de los muertos". Es este el libro que acaso siempre me hubiera gustado escribir. No se trata propiamente de unas "memorias" en el sentido usual del término, sino más bien de la transposición mediante la palabra de los acontecimientos que han conformado nuestra personalidad, sucesos con forma de imágenes, de voces, de sensaciones... Todo lo que pueda surgir de la contemplación de una fotografía color sepia en la que aparecen personas que acaso ni siquiera conocimos, de las que sabemos por lo que nos contaron otros, todo eso desearía salvar, como también aquellos instantes en que por primera vez sentíamos la piel de gallina en la proximidad de alguien con quien la amistad nos sabía a poco. Cada vez nos resulta más lejano. De pronto, uno escucha la canción que bailábamos esa tarde de principios de verano, se emociona al ver que todavía conserva su capacidad para recomponer unas imágenes que, aunque ahora solo se insinúan, a modo de traslúcidas siluetas, siguen estando aquí, en algún lugar indefinido del cerebro. No sería difícil escribir sobre ello. Como lo consigue Ernaux en este libro, buscar la contigüidad de las respiraciones, las manos cercanas y la saliva de los besos que durmieron el sueño de los justos. Ahora que los baby boomers habitamos en la prehistoria y las estirpes que nos han sucedido agotaron ya las letras del abecedario. En un café de provincias el escritor apura su taza mientras se recrea en la contemplación de quienes entran y salen. Esta es la esencia del tiempo, entrar, salir, servir de puente entre los rostros de ayer y la avalancha que acabará por imponerse, con sus tatoos y sus piercings. Las fotografías en papel han dejado paso a las que por cientos se suben cada día a Instagram o las que circulan por otras redes sociales. Quizá ya no pueda afirmarse categóricamente que las imágenes van a desaparecer; la red aprisiona nuestros recuerdos y los reenvía como un bucle a lo largo y ancho del globo. Mas son imágenes que están vacías si les falta el esqueleto de la palabra, la densidad de una experiencia que les sirva de cobertura. Eso es lo que hace Annie Ernaux en Los años, y lo que uno propugna desde estos renglones, también destinados al tráfago infinito de la web



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