Ocho meses después de que lo anunciase en esta misma página, Escenarios, el libro de poemas, ha visto por fin la luz desde las páginas de la colección "Baños del Carmen", de Ediciones Vitruvio, de la que constituye su número 459. Sin duda, la espera ha merecido la pena y con ello se cierra un ciclo literario de aproximadamente tres años, los necesarios para la gestación de esta obra que próximamente estará en las librerías a disposición de los lectores.
Escenarios es un proyecto que sin embargo no doy en absoluto por cerrado. Antes al contrario, desde el primer minuto en que el libro ha tomado forma de tal, y quizá también desde antes, compruebo la supervivencia de esa necesidad de continuar bregando en busca de otros nuevos itinerarios creativos, otras nuevas vías de salida con que combatir los punzantes filos de la rutina. Ahora, cuando he vuelto al lugar donde prendió la mecha, donde la voz inició su recorrido de puertas para afuera, la ciudad con mayúsculas en la que los pies se dejan llevar y los miembros se contagian con el silbido del asfalto, me sumerjo de nuevo en el movimiento de sus habitantes y su inmenso fluir de aguas anónimas.
Persisten anaqueles que aún conservan los aromas y el tacto del pasado. Una visita a Casa Postal, en el corazón del siempre carismático barrio de Chueca, puede ser una propuesta interesante para dar comienzo a esta renovada tarea de localización de exteriores. Todo palpita allí dentro tras el cristal de las vitrinas, bajo el polvo añejo que cubre los cartapacios. Inquirir en busca de viejas tarjetas, de la correspondencia olvidada que un día ya perdido circuló de mano en mano sorteando los accidentes de la geografía, entre interlocutores cautivos para siempre del desidioso olvido.
Interior de la tienda "Casa Postal"
En la tarde, ponerse a cubierto ante la amenaza de la tormenta. Dejando atrás caminos y portales que ya hizo suyos el verso, levanto la vista hasta los dieciochescos moldes de las fachadas, las herrerianas puntas de lanza que resquebrajan la compacta uniformidad de los cúmulos que aguantan el chubasco que se avecina. Confieso mi devoción por esta urbe, el embeleso con que me seduce la estatura de sus inmuebles, la cambiante fisonomía de sus arterias.
Madrid, Calle Espíritu Santo, 23
Fachada en Malasaña
Calle Sagasta
Tormenta sobre Plaza de Santa Bárbara
Se regocija Escenarios en contacto con el ritmo de la poesía hermana de sus páginas recién inauguradas. Entretanto, asisto en La Casa de América, en el hermosísimo marco del Palacio de Linares, bajo un cielo poblado de ángeles y liras, al viaje de un poeta cuya voz se levanta desde las tierras donde La Cruz del Sur ilumina los fríos otoños de la noche araucana. Compruebo que el maravilloso poemario que está a punto de presentarse solo precede en dos guarismos al apenas revelado Escenarios, compartiendo pues colección y editorial. Pero Sergio Macías, el poeta chileno que esta noche nos ha congregado en estas salas, es un autor que lleva en el verso la sangre de otros compatriotas suyos como Neruda, Huidobro o Nicanor Parra, que también se nutre de la vocación del viajero, aunque se defina como "el viajero inhóspito". Sabe bien lo que dice cuando sentencia: "La poesía es la esencia del alma. Transparencia de la sangre y los sueños..." Y su potente garganta modula la lectura de cada poema con la envolvente caricia de unas cuerdas que atesoran el eco de antiguos vislumbres, siluetas de otra época que quizá aún se mueven a través de los muros de este emblemático palacete. Suena el laúd con aires de Dowland, mientras el poeta va hilvanando su mensaje "como un grano de polen entre los dedos de la tierra".
Frescos neoclásicos del Palacio de Linares
Presentación de "El Viajero Inhóspito", de Sergio Macías
Tienes el don de la palbra en tus textos, sigue con tu rumbo poétíco.Felicidades.
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