Hace solo unas horas, en el marco de los debates y ponencias del XI Congreso de Escritores Extremeños, que se está celebrando este fin de semana en la ciudad de Badajoz, benévolo el otoño veteado de ráfagas estivales, se ha estado hablando de blogs, de la literatura que se construye al amparo de la red de redes, con sus ilimitadas autopistas y sus indiscernibles atajos. Se discutía si estas bitácoras no empezaban a ceder en su hegemonía ante el empuje voraz de otro tipo de cauces y alternativas cibernéticas, como las llamadas "redes sociales", con su interactuar delirante, pero también con su inevitable fugacidad, inherente a su propia naturaleza dinámica. Algo así como levantar los ojos y contemplar inmóvil el tránsito inapelable de los aerolitos. Sin duda somos cautivos del ritmo acelerado de la información que transita por esos canales invisibles que desembocan en nuestros monitores, que se cuela en los bolsillos y nos muerde la piel a través de los chispazos del teléfono móvil.
Ponencia de Álvaro Valverde y Mesa redonda sobre Blogs y Literatura en Internet
No obstante, uno continúa prefiriendo el sosiego de una escritura de márgenes más amplios, sin limitación de caracteres, que permita un desarrollo fluido de las ideas, donde el verbo tenga mayores oportunidades para someterse a la autocensura del creador. No participo pues de la tentación de un lenguaje cuasi telegráfico, donde la condensación y el acrónimo vayan progresivamente quitando espacio al sano ejercicio del párrafo y a la posibilidad infinita de corregir una y otra vez el mensaje, siempre imperfecto y sin pulir. Sí que no me caracterizo por la regularidad y mi pobre cuaderno de bitácora sufre de los contratiempos del viaje, de la desidia misma del autor que con dificultad escudriña ese momento en el que ponerse manos a la obra para proseguir el relato de una travesía con muchos puertos y escalas, escenarios en suma que el espectador se resiste a dejar pasar de largo. Hoy le ha tocado el turno a las reflexiones del Congreso de Escritores, a la impregnación de maestros como el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón, con su palabra construida a base de planos y fotogramas, con una narrativa que se amontona en mi anaquel de tareas pendientes, ese donde ya me aguardan Modiano o Kundera a la espera de ver marcharse a Murakami y su Tokio Blues, con la banda sonora de Norwegian Wood de The Beatles al pie del Monte Fuji.
Privilegiados resultan sin embargo los poemarios, que entran y salen, que no respetan reglas ni prioridades. Como una exhalación me envolvieron los versos de Álvaro Valverde y su "Más allá, Tánger", libro que se antoja imprescindible, y que en unos días estará en Cáceres, en la voz del propio autor, o las obras de autoras como Cecilia Quílez, con su deliciosa "La Hija del Capitán Nemo", que se presentaba este pasado lunes en Madrid, en el Ateneo, con gran disgusto por mi parte ante el hecho de no poder marcarme una escapada (eso de la distancia, que se dice siempre, una excusa como cualquier otra...), o Daiana Henderson, poeta argentina a la que desconocía y que viene con el marchamo siempre impecable de Ediciones Liliputienses.
Resta todavía mañana la última jornada del XI Congreso de Escritores Extremeños, en Badajoz, que estará dedicada a la literatura gráfica, y que contará con el plato fuerte de la conferencia de clausura a cargo de Vicente Molina Foix. Entretanto, las reflexiones de esta tarde no me dejaron indiferente, como pueden comprobar, y por supuesto, todo ese asunto de cómo concebimos el futuro de la literatura en internet y sus diferentes formas de expresión y de acceder al gran público. Desde luego, si de aprender se trata, este escenario ha constituido una buena oportunidad para ello. Los otros Escenarios, ésos, van volando solos en manos de lectores que me consta exigentes y que pueden acceder a sus contenidos ya desde las librerías, contando los días para su puesta de largo, entrado el mes de noviembre. Será el día trece, guarismo para muchos innombrable, pero con el que mantengo un inevitable idilio. La poesía vendrá entonces, una vez más, del brazo de la música, de esa que tanto se menciona en sus versos, teñida de sabores muy New Orleanians, es decir, del rithm & blues y jazz, en las guitarras de Javier Nar y Mario Osuna.
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