No es otro mi propósito que el de aprender. Sigue siéndolo, después de tantos años. Llevo metido en esto de la literatura desde hace décadas, pero tengo la impresión a menudo de que apenas si se han movido las agujas del reloj, que aquel camino entonces iniciado ha permanecido fijo mientras mis pies avanzaban, que quizá lo estaban haciendo en círculos. Mientras tanto, se han sucedido las páginas, las palabras se han ido desgastando, olvidándose los nombres, difuminándose el brillo de los títulos... Pero el tiempo no ha pasado gratis, sin hacerse notar en las costuras de la piel, en los cimientos de la inspiración. El almanaque es enemigo de las urgencias, coloca a cada uno en su sitio, reconcilia con la realidad la promesa ingenua de los sueños.
"Botín" literario de la Feria del Libro
Estos días he pasado hasta tres veces por la Feria del Libro de Madrid, el escaparate de la literatura con mayúsculas, con todo lo que tiene de tópicos, de marketing comercial, de postureo, como ahora se dice. Pueden imaginar que mis obligadas paradas lo han sido en librerías y editoriales donde firmaban autores amigos, leyendas de la palabra o simplemente, donde la curiosidad me ha empujado, a la búsqueda de nuevas referencias. El martes, siete de junio, en horario de tarde, respiraba El Retiro un ambiente relajado, con un público fluido abordando las casetas. Aguardaba sin embargo una sorpresa vestida de poesía, el homenaje a Blas de Otero, donde con la batuta de Javier Lostalé, recitaron sus poetas casi una veintena de poetas, todos ellos de una edad que deja en evidencia al que escribe. Comprendí entonces que frente a lo que pueda pensarse, la poesía está más viva que nunca. Comprometidas, sus nuevas voces vienen pisando fuerte, con clara vocación de hacerse un hueco en este intrincado universo. Me sorprendió la personalidad y empuje de estos autores, ornados todos ellos de innumerables galardones, muchos de ellos incluidos en la antología "Re-generación" que coordinada por José Luis Morante ha publicado la editorial Valparaíso.
Algunos momentos del recital poético en homenaje a Blas de Otero
Más me convenzo de que mi tren se quedó varado en una estación que ya no figura en los mapas. No me pertenece este tiempo, la palabra es patrimonio de otros intérpretes, y ante ellos me inclino. Está garantizada la supervivencia de la poesía, la fuerza y la intensidad de sus partituras son adalides de un mensaje muy siglo XXI, con muchos folios en blanco por delante: Rubén Martín Díaz, Verónica Aranda, Aitor Francos, Marta López Vilar... Y coincidí después de cuatro años con Marta, desde aquel día que ya es parte de la historia, con Félix Grande, Pablo Guerrero, Marcio Catunda, y la excusa de Santos Domínguez y sus "Alas del poema". Ella también se ha hecho más grande desde entonces. "En las aguas de octubre", su último poemario, o la antología "Tras-Lúcidas", coordinada por ella, ambos libros publicados por Bartleby ediciones, dejan constancia de su posición en ese nuevo orbe poético. Mucho me alegro por cuanto es sumamente merecida.
El sábado once de junio, reincidente en esa avenida de los libros, intenté una vez más, hasta en dos ocasiones, buscar mi identidad, absorber retazos de autenticidad entre el olor inconfundible del papel, en una primavera ya avejentada cuyos aromas se confunden entre los versos. El reencuentro con viejos amigos es siempre satisfactorio: Álex Chico, Nicolás Corraliza, Javier Sánchez Menéndez, Manuel Vilas, Ana Merino, Juan Carlos Mestre, Luis Alberto de Cuenca...
Estrechar sus manos al pairo de sus nuevos y recién estrenados trabajos, improvisar un abrazo, recoger el testigo de sus palabras. Comprobar también que hay voces que no conocen la opresión del calendario ni la tormenta de las modas, que siguen ahí contra viento y marea: Javier Cercas, Juan José Millás, Javier Marías, y una mención especial para Rafael Sánchez Ferlosio, que desde sus casi 89 años soportaba estoicamente horas y horas de inagotable cola, próximo el cierre de la Feria. Lástima no haber podido contar con su autógrafo en "Industrias y andanzas de Alfanhuí", una de sus obras preferidas.
Me encantó conocer en persona a Jesús Carrasco, de quien leí en su día Intemperie y ahora me ocupa "La tierra que pisamos". Aunque no fructificó mi invitación para el "Aula de la Palabra" por motivos de agenda del autor, fue éste uno de los momentos de mayor complicidad de mi visita a la Feria del Libro, la del lector que todavía se encuentra sumergido en las experiencias de los personajes de un autor al que en ese momento puede estrechar la mano.
Uno sabe cuál es el alcance de su voz, el limitado eco que tras años de travesía del desierto han tenido sus versos. Mas sigue empeñado en aprender... De todo y de todos.
Juan Carlos Mestre
Con Nicolás Corraliza
Rafael Sánchez Ferlosio, una leyenda viva de las letras.
Javier Cercas
Javier Marías
Entretanto, continuaba la espera ante autores que han irrumpido en ese territorio heterogéneo de las letras desde procedencias muy diversas: Pilar Rubio, Wismichu, Marwan... quizá advirtiéndonos de que el academicismo más estricto no es salvoconducto seguro hasta el éxito.
Wismichu, un "youtuber más metido a escritor"
Expectación ante la firma de "Wismichu"
Marwan, un fenómeno de masas
Me encantó conocer en persona a Jesús Carrasco, de quien leí en su día Intemperie y ahora me ocupa "La tierra que pisamos". Aunque no fructificó mi invitación para el "Aula de la Palabra" por motivos de agenda del autor, fue éste uno de los momentos de mayor complicidad de mi visita a la Feria del Libro, la del lector que todavía se encuentra sumergido en las experiencias de los personajes de un autor al que en ese momento puede estrechar la mano.
Jesús Carrasco, ¡cuánto nos hubiera gustado poder tenerte en el Aula de la Palabra!
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