viernes, 11 de mayo de 2018

Meses de pérdidas, de despedidas.

Ya es mayo y los meses han ido pasando con crudeza desde aquellas primeras jornadas del invierno, cuando enero y febrero vestían los ropajes del calendario, dando luego paso a un marzo desbocado de aguaceros, enmascarando los brotes de una primavera cautiva. Esta climatología de alocados vaivenes se ha hecho sentir también en la fibra de quienes, con las fuerzas justas, avanzaban a trompicones por los caminos de la vida, con los zapatos ya gastados y las arrugas marcadas. Rostros invernales azotados por el látigo de las borrascas, doloridos por los surcos del cansancio. 

Estos meses han sido de continuas despedidas, de tristes adioses, de naves aguardando emprender su última travesía, allá donde el horizonte apenas es tangible y caducan para siempre las mañanas. ¡A cuántos buenos amigos hemos perdido en esta espiral de polvo y de vacío!  Me miro las manos, con las que no podré volver a estrechar las suyas, los brazos que ya no rodearán de nuevo sus cuerpos, los labios, que ya no besarán sus tibios pómulos... En febrero fue ella, tan cercana, tan viejecita, durmióse en el silencio de la madrugada. Luego, la llovizna cómplice de la tarde, la escarcha del camposanto, la soledad becqueriana de la postrera morada. 


Más nombres se incorporaron al pasaje, exhausto marzo por el empuje de las aguas, dibujando un tránsito de libélulas y torrentes de almagre. Inapelable la decadencia escrita en los ojos de los ancianos, en la sequedad de sus miembros cariacontecidos, delatora la tos, articulando inoportunos monólogos. 

Él aguardó hasta mayo para coquetear con el crepúsculo, para enviar su última carta, sin franqueo ni marcas postales. Entretanto, mirarse al espejo es descubrir nuestra pequeñez, hasta qué punto somos vulnerables. Uno no ha dejado de verlo en ellos, en la impunidad de esos adioses que se han sucedido a pocos metros, casi rasantes, "el ser de repente solo un cuerpo / humillado y triste / en el umbral del último viaje /".  

Para quienes se fueron en estos días, en carne viva vayan hoy mis palabras, el cariño y el recuerdo, capaces de resistir el envite de las sombras. 

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