sábado, 14 de julio de 2018

El encanto de escribir crónicas de viajes: Praga (1ª entrega)

Los mensajes que conviven en la Plaza de la ciudad vieja (Staromeská), no solo están escritos en las fachadas y en el color de los edificios, también se perciben a nivel del pavimento adoquinado, en los poyetes que circundan la pizarrosa estatua de Juan Hus, están impresos en los rostros de los viandantes que transitan, descolocados, entre las porticadas arquerías y la torre del reloj, sorteando el histriónico circo de los turistas, ese moderno hilo de Ariadna que conforman los paraguas multicolores entretejiendo sus fibras entre el bullicio. La Praga del pasado imperial continúa su periplo en el discurso de los guías, en el entusiasmo de los free tours y su literatura oral sometida al estipendio de la voluntad. 





Plaza de la ciudad vieja. Torres de la Iglesia de Nuestra Señora de Tyn y monumento a Juan Hus

Carlos IV sobrevive en cada metro de un puente atiborrado de instantáneas: el retrato de boda de quienes, desde Thailandia, eligieron inmortalizar su compromiso a los pies de San Juan Nepomuceno; los certeros señores del arte de la caricatura, los que viven del merchandising puro y duro, ávidos de atrapar al incauto viajero que tal vez nunca volverá a pisar estos parajes, pero que no dejará pasar la oportunidad de conservar, a modo de prueba de vida, cualquier elemento que certifique su estancia allí. 




Ambiente en el Puente de Carlos. Boda oriental en Praga

Cuando está a punto de completarse el recorrido inapelable de las agujas, los disciplinados forasteros que no tienen más ojos y oídos que los de su cicerone, ya aguardan impenitentes la singular ceremonia del reloj astronómico, aun cuando se trate solo de un holograma, al estar oculto el auténtico por mor de las obras. Tras las primeras señales acústicas, el esqueleto que representa la muerte, a la derecha de la esfera, da inicio al llamado Paseo de los Apóstoles, tocando su campanilla e invirtiendo el reloj de arena. Los turistas contemplan fascinados el mecanismo y se limitan a considerarlo una atracción más. No piensa lo mismo el huesudo personaje que recuerda que el tiempo tiene los minutos contados, que la arena desciende inapelable y que cuando las venerables figuras finalicen su tránsito, todo ello pertenecerá al pasado. 




El espectáculo del Reloj Astronómico y sus alrededores

Celebra la gente la veleidad del artificio, perdiéndose luego entre las calles que circundan el recinto. Se agolpan ante los puestos que ofrecen Trdelnik en sus múltiples variedades. Este pastel, tradicional de la cocina eslovaca, consta de una masa de harina que se rellena de helado o crema con otros posibles aromas o ingredientes. Quien pretenda una fotografía curiosa, captar los avatares del consumo de este producto, que suele realizarse en la calle, no lo tendrá difícil. El relleno rebosa y hace complicado avanzar sin evitar mancharse los dedos. 


Puesto callejero de Trdenilk

No es posible hablar de Praga y de Staré Mesto sin mencionar sus talleres de marionetas.  En las proximidades del reloj astronómico hay una tienda muy bien surtida con todo tipo de títeres, y otras similares se encuentran en las proximidades de la Torre de la Pólvora, o en el descenso del Castillo, en la calle Nerudova. Se suele entrar para admirar las piezas cuidadosamente dispuestas, pero pocos son los que se llevan alguna, quizá cohibidos por el precio o por el riesgo de transportar en sus maletas, expuestos al tráfago del aeropuerto, tan delicados objetos.  




Atelier de marionetas en Praga (Calle Nerudova)

La seducción de la cerveza, de los licores, también es un reclamo para el paseante que se pierde en las tortuosas callejuelas de la ciudad vieja. De pronto, sorprende toparse con una "Absintherie", donde expenden bebidas que alcanzan los 70 % de contenido alcohólico, o licores como el Becherovka, con todas su variedades. Están a la venta kits para fabricar absenta en tu propio domicilio, cervezas o chupa chups de cannabis. En cuanto a la cerveza checa, impecable de cuerpo, densidad y sabor, se caracteriza por su baja graduación, lo que sin duda propicia un elevado consumo, siendo ideal para acompañar delicias de la gastronomía del país, como la sopa de goulash, servida en plato de pan. 





Las bebidas y la gastronomía de Praga

La  calle Parizka tienta junto a la imponente fábrica de San Nicolás. Terreno vedado al turista de recursos limitados. Esta Vía Véneto con caracteres checos, que conduce al Josefov, o barrio judío, parece terreno abonado solo para los pudientes bolsillos del turismo oriental.


Escaparate de lujo en la calle Parizka

Quizá sea más recomendable finalizar el periplo bajo las bóvedas de la iglesia de Nuestra Señora de Tyn, donde el astrónomo Tycho Brae descansa eternamente mientras la Tierra continúa girando a merced de leyes inescrutables y en connivencia con el resto de los elementos del cosmos, aquellos que aquel ya pudiera observar hace siglos desde la enfática atalaya del Klementinum, con sus doscientas veinte escaleras en espiral. 


Interior de la Iglesia de Tyn


Vista del Castillo desde la torre del Klementinum







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