jueves, 26 de marzo de 2020

Disculpen que mi opción sea el silencio

Por favor, disculpen que uno tienda por naturaleza al pesimismo, a ver siempre la botella medio vacía, a elegir el negro como color fetiche. En estos días inciertos, de sangrantes estadísticas, de llamadas de auxilio, son múltiples las iniciativas que, desde la gente de la cultura pretenden suavizar la temperatura de las horas, alejar con el antídoto de la palabra las pesadillas, rectificar la distorsión de los biorritmos. Celebro sin duda esas lecturas espontáneas, esas ventanas abiertas que desde las redes sociales exhortan a buscar el final del túnel, la intrincada salida del laberinto, a hacer táctil y creíble esa primavera que desde hace unas pocas jornadas ya convive entre nosotros.  Por favor, ahora que la oscuridad nos pasa factura, disculpen que mi opción sea la del silencio, la del verso adormecido en los estantes. Se hace difícil conciliar la cordura. El frío hierve y serpentea por los capilares, enhebrando atávicos desasosiegos. Uno quiere imaginar que como el resto de las cosas que nos rodean, también esta dentellada sea algo finito, con fecha de caducidad, que por fin un día habrá de agotar su metraje. 








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