Al hojear las páginas de mis álbumes de fotografías e imágenes del pasado, hurgando a la búsqueda de alguna temática que pueda resultar de interés para la sección "Hojas de la Memoria" de este Blog, que tengo un poco abandonada, captan mi atención tres pequeñas fotos en tonalidad sepia procedentes de los primeros años de la década de 1920 que reflejan a la perfección cómo era el día a día en el llamado "Vado de Alconétar", antes de la construcción del puente que permitió unir las dos orillas del río Tajo y facilitar el tránsito de los vehículos, que iban siendo cada vez más numerosos. A falta de puente, el paso del río tenía que hacerse mediante barcas, y son precisamente estas, las "Barcas de Alconétar", las que aparecen en las imágenes siguientes, acarreando tanto los viejos coches como el ganado, de modo que pudieran cruzar de una a otra parte del ancho cauce fluvial. El escritor y periodista Fernando García Morales en su libro Ventanas a la ciudad* traza una semblanza de aquellas barcazas, indicando que pertenecían a la casa ducal de Alba de Liste, que las arrendaba por años completos. Comentaba que en ellas "cabían hasta cuatro carros con sus caballerías", y que prestaron servicio hasta 1927 en que se inauguró el puente, hoy sumergido bajo las aguas del pantano de Alcántara. Tienen pues estas fotos un significativo valor histórico pues nos trasladan a una época y a un paisaje que ya solo pertenecen a la memoria, como la de los viajeros ingleses que en los siglos XVIII y XIX pasaron por Extremadura y cuyas crónicas recogió María Dolores Maestre en su libro 12 Viajes por Extremadura, en los libros de viajeros ingleses, 1760-1843*. Al vado de Alconétar se refieren indicando que este lugar "se pasa en "La Barca" y que junto a ella "están los restos del noble puente romano de Alconétar, o "del Mandible". El enclave era particularmente pintoresco y aderezado con múltiples leyendas que evocan gestas caballerescas y reminiscencias templarias. No en vano, allí confluyen los ríos Almonte y Tajo y sobre el promontorio rocoso se alza vigilante la silueta de una torre, llamada de Floripes, único resto del viejo castillo y cuyo nombre evoca relatos de magia y fantasía de los que incluso Cervantes se hizo eco en el Quijote.
Con la avalancha de agua que trajo consigo la construcción del embalse, en 1969, aquellos parajes terminaron inundados y ni siquiera las pertinaces sequías de los pasados años y la que hoy vivimos, especialmente virulenta, han hecho que el nivel de las aguas disminuya hasta el extremo de descubrir todo lo que un día anegaron. Solo la imponente estructura pentagonal de la torre y algunos fragmentos de muralla y barbacanas del castillo asoman con ocasión de estas temporadas de escasez hidrológica, pero apenas si se distingue ya dónde el Tajo y su afluente se hermanaban, ni mucho menos, el skyline de los viejos puentes, impresionantes obras de ingeniería que apenas recuerdan unos pocos y que fueron pioneros de las recientes construcciones que hoy cruzan estas mismas aguas, como los puentes "Arcos de Alcónetar" en la autovía A-66 o el recientemente puesto en servicio para la nueva línea ferroviaria de Extremadura. Solo el viejo puente "Mantible", el romano de Alconétar, se salvó de quedar engullido por el pantano al ser trasladado piedra a piedra a otro lugar en su cola, donde no es tan frecuente ver llegar el agua. Algo así como lo que le sucedió al templo de Abu Simbel, en Egipto, con motivo de la construcción de la presa de Aswan.
Tienen mucho de romántico y poético estas historias de pueblos o lugares aislados o que quedaron cubiertos por las aguas. En Extremadura tenemos varios ejemplos de gran calado, como son los casos de la villa de Granadilla, abandonada ante la amenaza que supuso la construcción del pantano de Gabriel y Galán, pero hoy afortunadamente recuperada y en progresivo proceso de rehabilitación, e igualmente, Talavera la Vieja, sumergida en el embalse de Valdecañas y que también propició el traslado de antiguos restos romanos, como su elegante columnata. También en esa zona se encuentra el llamado Stonehenge español, el monumento megalítico "Dolmen de Guadalperal", que la sequía ha vuelto a hacer visitable.
Regresando al vado de Alconétar, aunque la nostalgia y el romanticismo nos lleven a imaginar un descenso de la cota del embalse que permitiera siquiera intuir la posición de todas estas antiguas construcciones, ello no podría ser más que sinónimo de un escenario completamente indeseable, pues una bajada de tanta magnitud haría peligrar la obtención de energía eléctrica y supondría la suspensión del trasvase de agua del Almonte para el suministro de la ciudad de Cáceres, ya de por sí amenazado como consecuencia de la sequía que padecemos.
BIBLIOGRAFÍA CITADA:
GARCÍA MORALES, Fernando: Ventanas a la ciudad. Servicio de publicaciones de la Cámara oficial de comercio e industria de Cáceres.1995.
MAESTRE, María Dolores: 12 viajes por Extremadura. En los libros de viajeros ingleses. 1760-1843. Patronato de Turismo y artesanía de la Diputación Provincial de Cáceres. 1990.
DOCUMENTACIÓN FOTOGRÁFICA:
Archivo de Jesús M. Gómez Flores. Cáceres
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