Un poco más de dos meses sin escribir una sola línea en este blog. Cuesta volver cuando ha pasado tanto tiempo y las páginas han continuado avanzando imparables, con toda su carga de emociones e imágenes que han ido almacenándose en la memoria. La última vez, a primeros de octubre, paladeaba aún recientes los sabores de unos días literarios en Madrid, el descubrimiento de nuevas lecturas y la compañía de amigos de disfrute intermitente. Las posteriores rutinas de la cotidianidad terminaron por apagar buena parte de los rescoldos, abriendo otras puertas, sorteando también desfiladeros y escorrentías. Continúo enganchado al vaivén de los libros, a la rémora de sus autores. Mi escritura es solo una excusa para seguir ubicándome en ese mundo de narraciones infinitas, de versos que me secuestran con su algarada de imágenes. En estos meses del otoño he vuelto a llenar mi estantería de títulos y deberes. He compartido veladas con escritores de inveterada admiración, caligrafías de ida y vuelta que terminan donde comenzaron, en las páginas de un libro, voces que se difuminan luego con el silencio del tiempo y la complicidad del olvido.
Extraño noviembre, plagado de búsquedas y confidencias. La realidad, a la medida del lenguaje. Nombres y hallazgos para disimular las rodaduras del calendario. Murakami, Shakespeare, Manuel Vilas... Me subo al tren de las palabras para perderme en sus universos, descubro otros quizá más próximos. Tomás Pavón, Pablo Pámpano, David Rodrigo, Nicolás Corraliza... De camino me pierdo "por adarves y callejas, entre peñas y riscos", zigzagueando entre los pasadizos de esta ciudad en la que me ha tocado vivir, inagotable manantial de historias y sensaciones.
Cáceres, en una Semana Santa de hace casi medio siglo. Callejas, adarves, piedras centenarias.
Permítanme que archive en mi álbum alguna de estas instantáneas. Estoy de pie ante un cuadro de David Rodrigo. Me recuerdan que en unos minutos Tomás Pavón y Pablo Pámpano presentan su libro "El novio de Betty Boop", mientras saboreo un sorbo de vino de El Bierzo. Hojeo luego el libro que se acaba de presentar. Un buen trabajo. Combinación perfecta de relato e imagen. Auguro un gran éxito para los autores y para la editorial Letras Cascabeleras. La noche de Cáceres no ha hecho más que empezar.
Una de las obras que el pintor natural de Ponferrada, pero afincado en Salamanca, David Rodrigo, expuso en el Palacio de la Isla de Cáceres el pasado mes de noviembre.
Portada de "El novio de Betty Boop", de Tomás Pavón, escritor cacereño, ilustrado por Pablo Pámpano y publicado por Letras Cascabeleras
En unos días, conocería personalmente a Manuel Vilas. Llevo unos años siguiéndole, admirando su voz directa, sin tapujos, in crescendo a cada uno de sus poemarios. El otoño cacereño quiso brindarle un día de abril, como ese que Silvio Rodríguez celebra en su legendario tema "El día feliz que está llegando", de su no menos mítico álbum "Rabo de nube".
Dedicatoria de Manuel Vilas, en su libro "Setecientos millones de rinocerontes"
Poco después es el correo quien me depara una grata sorpresa, el flamante libro de poemas de Nicolás Corraliza, "Viático", con el porte de una editorial de peso como La Isla de Siltolá. Qué magnífico poemario y qué evolución la de este joven poeta desde aquel primer capítulo que publicara Norbanova para estrenar su colección "Baúl de Palabras". Desde "La belleza alcanzable" (2012) hasta este último título han pasado apenas tres años, con "La huella de los días" (2014), por medio, también en el catálogo de Norbanova.
Tengo que decir que me ha sorprendido, y mucho, este "Viático", un libro a la medida de la exigente"Colección Tierra", en la que ha sido incluido, y en la que no publica cualquiera. El editor, Javier Sánchez Menéndez, no ha dudado a la hora de añadir a Nicolás a la nómina de excelentes autores que vienen desfilando por ella. Y lo cierto es que ha acertado. Si de alguna forma hay que calificar la poesía de Nicolás Corraliza que se puede disfrutar en este nuevo libro es de madura, bien construida, de pausas y ritmo medidos, de temática estudiada y que llega. Un artefacto que funciona, un conjunto de versos que engancha y que después de haber leído sus trabajos anteriores sitúa al poeta en una vanguardia indiscutiblemente trabajada y perseguida. Todos los poemas me gustan, son directos y no están maniatados por el yugo de estéticas o convenciones. Títulos como Revelaciones, A cara descubierta, Alfácar, dejan constancia del compromiso del autor, que lo es con la lealtad a la palabra intensa sin renunciar a la expresión desnuda del sentimiento o el deseo de romper con la impronta de una realidad que se antoja esquiva:
"elegí el surco de la grieta,
para escapar del invierno"
Muchas gracias por todo Jesús. Inmenso el abrazo.
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