De La Casa dos Bicos al túmulo de Fernando Pessoa. En medio, "Todos los nombres", como la homónima novela de José Saramago, los de una ciudad entretejida de contrastes, fluvial y con vocación marinera.
Ser anónimo en las empinadas calles de Lisboa. Palpar las texturas de los envejecidos edificios con su paleta de colores que sortean las tonalidades del agua del Tajo en su tránsito hacia el gran océano. O ser de pronto otro, o muchos, al amparo de fingidas identidades para apaciguar la saudade y el desasosiego.
Leyendo poemas de "El tacto de lo efímero", en homenaje a Fernando Pessoa, junto a su tumba en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa
No acierto entonces al señalar la mano que enhebra los versos, busco en los libros, como hiciera Don José, el protagonista de la novela de Saramago, las trazas de un personaje carente de facciones, del que solo dan testimonio los ficheros administrativos o la imaginación de un escritor. Mientras, la ciudad se mueve a ritmo de tranvía, gateando las pendientes, desperdigando aromas y ecos, los de la música que hierve en las callejuelas de Alfama, zigzagueando entre la ropa tendida de infinitos balcones, donde el viento deletrea la vertical de los tejados.
Los característicos tranvías de Lisboa
Balcones y callejas en Alfama
Todos los nombres, todos los contrastes. La muralla romana y los pensamientos del Nobel portugués, confundidos y hermanados, como el ascetismo de los antiguos monjes y la grandiosidad del arte "manuelino".
Muralla romana y escaleras con frases de Saramago
en la "Casa dos Bicos"
Antiguo refectorio en el Monasterio de los Jerónimos
No muy lejos, en las proximidades de la Torre de Belém, descubrir el escenario de una película de Disney, cuando la voracidad inmobiliaria se atora ante la obstinación de unos muros que no ceden. Sí, la casa de "Up" está en Lisboa, bien asentada sobre la tierra aún, pese a los achaques del tiempo y el abandono.
Antigua casa en medio de edificios, que ha resistido a la especulación inmobiliaria
"Paso y quedo, como el Universo", proclaman los versos de Pessoa, aquel que en medio de un gran silencio, "igual que un dios que duerme", reposa en el vecino Monasterio de los Jerónimos, aunque no falta quien asegura que nunca salió del vetusto Cementerio de Prazeres, y que su cuerpo fue encontrado incorrupto. Sea como fuere poco importa, si la voz perdura.
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