sábado, 26 de abril de 2014

Laudas sepulcrales

Las piedras son testigos del tiempo, las únicas capaces de sobrevivir a sus acometidas. Quienes nos precedieron dejaron impresas sus marcas, sus emblemas, en la orografía del pavimento y así han llegado hasta nosotros. 


Pero poco más. Ni una voz, ni un latido, ni el escorzo de un rostro en la caligrafía de la penumbra. Pese a todo, si yo escribo esto es porque alguien, en los abismos del pasado, tuvo que poner en marcha esa cadena inexorable e indescifrable de la vida que con el discurrir de ocasos y amaneceres quiso llegar hasta mis manos, las  que ahora aceleran el movimiento de sus dedos para convertir en palabras este aluvión de golpes que certeros se precipitan sobre las teselas de un teclado. 

Avanzo en silencio, casi en volandas, por una sucesión de laudas sepulcrales, desde el interior de un templo en blanco y negro, apenas iluminado por la tenue banderola de un cortejo de velas. 


Apenas se percibe ya la sensación del paso del tiempo, sé que más allá solo aguarda la madrugada, la opacidad de las siluetas y la búsqueda sin tregua de la luz, la misma que también persiguieron nuestros mayores y que quiero creer terminaron hallando al cabo de este camino por vías empedradas. Para ellos sea mi recuerdo en esta noche. 


martes, 1 de abril de 2014

Incertidumbre

Llevo una temporada lidiando casi de continuo con la incertidumbre. Incertidumbre que enmaraña los senderos de la rutina, que mancha de barro los pies, que súbitamente te hace despertar de madrugada buscando respuestas, articulando interrogantes. Los resortes de la vida discurren de ordinario por cauces donde la inseguridad exhibe a menudo sus uñas, donde no es fácil saber cuál sea la dirección adecuada. Pasan los días y lentamente, muy lentamente, las incógnitas se despejan, los pronósticos se confirman o se desmienten. Todo ello alimenta esa inquietud que no distingue estaciones ni estados de ánimo. El aire se viste de silencios, la mirada se ahueca mientras la lluvia continúa golpeando sin freno los vitrales de la conciencia. El futuro discurre entre meandros de incerteza, entre vaivenes de un arco frenético que golpea al azar el mástil adiamantado de un cello. Cuartillas y cuartillas en blanco, palabras que aguardan ser pronunciadas, momentos de gloria y de extravío, nada está escrito en las gotas que ahora resbalan por el vidrio. Todo es posible y a la vez todo se antoja ornado de desiguales parabienes.