domingo, 27 de septiembre de 2020

Hojas de la memoria: El Palacio de los Golfines de Abajo y la malograda EXFILNA de Cáceres

Si las circunstancias hubieran sido las que se esperaban, por estas fechas estaríamos ya contando los días y las horas para la inauguración en Cáceres de la Exposición Filatélica Nacional, EXFILNA 2020. Cuando en febrero de este año ultimábamos los preparativos del evento ejerciendo de anfitriones de los responsables de Correos y la Federación Española de Sociedades Filatélicas, no podíamos imaginar que pocos días después, la pandemia provocada por la COVID-19 irrumpiría de forma devastadora en nuestra realidad cotidiana hasta hacerla añicos y arrastrarnos a un universo plagado de incertidumbres. La Exposición, que durante tantos años habíamos deseado y para la que llevábamos trabajando con enorme ilusión, terminó viéndose afectada por el efecto de la crisis sanitaria, y con ello, a finales de junio se decidió su suspensión, al no poderse asegurar que su celebración tendría lugar con las necesarias garantías, al implicar aglomeraciones y gran movimiento de personas en espacios cerrados, como la carpa que iba a instalarse en la Plaza Mayor o los recintos expositivos ubicados en la ciudad monumental. De todo esto, de que Cáceres fue malograda sede EXFILNA y de que una pandemia mundial nos hizo perder el tren de lo que había podido ser el mayor evento cultural de coleccionismo nunca celebrado en nuestra ciudad, nos quedará sin embargo el que por parte de Correos se van a emitir, coincidiendo con las fechas de la exposición (que ahora será virtual), varios efectos postales que tienen como protagonista a Cáceres, entre los que destacan una preciosa Hoja Bloque cuyo motivo será el Palacio de los Golfines de Abajo y un Pliego Premium sobre el 850 aniversario de la Orden de los Fratres de Cáceres.  Ojalá las circunstancias sanitarias vayan suavizándose y a finales de octubre den al menos una tregua que permita presentar estos sellos en el propio Palacio de los Golfines de Abajo (Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno), espacio que albergaría además una pequeña muestra filatélica representativa de lo que podía haber sido la magna exposición que hubiera sido EXFILNA 2020. Los filatelistas que mantuvieron durante años la afición al sello en nuestra ciudad y que en 1977 auspiciaron la constitución de la Asociación Cultural Filatélica y Numismática Cacereña, entre los que se encontraba mi padre, Juan José Gómez Rico, habrían disfrutado muchísimo viendo cómo Cáceres volvía a ser protagonista de los sellos de correos, como ya lo hicieron cuando en 1967 se emitió la mítica serie dedicada al Bimilenario de la fundación de la ciudad. Haber acogido una exposición como la que nos encontrábamos organizando cuando la COVID-19 irrumpió en nuestras vidas hubiera sido algo inolvidable. 


Fotografía de la Casa de los Golfines de Abajo, hacia 1900.


Postal perteneciente a la serie EJG Madrid-Irún, anterior a 1905. 
Vista del Palacio de los Golfines de Abajo, con su fachada plateresca y torre, 
en la que se aprecia su lateral encalado y daños en el matacán, al que le falta el balcón.


Fotografía tomada desde la Cuesta de la Compañía en la década de 1920. 
Se aprecia el estado de la Torre del Palacio de los Golfines de Abajo.

Aunque varios edificios y espacios de la Ciudad Monumental de Cáceres ya habían aparecido antes en la filatelia española, no lo había hecho el Palacio de los Golfines de Abajo, pese a su indiscutible belleza y gran valor histórico-artístico. Tan solo mediante los llamados "Tu Sellos" o "sellos personalizados", como los que se emitieron a instancia de la Asociación Filatélica de Cáceres con motivo de recientes exposiciones celebradas en la ciudad. 


Tarjeta Postal y sello personalizado emitidos a instancia de la Asociación Filatélica de Cáceres con motivo de la Exposición EXTREFIL 2013.


El entonces presidente de la Asociación Cultural Filatélica y Numismática Cacereña, 
Juan José Gómez Rico, muestra algunos de los sellos emitidos sobre Cáceres.
(1991, Foto Diario HOY).







domingo, 20 de septiembre de 2020

Un lugar llamado Antaño, de Olga Tokarczuk

No conocía a Olga Tokarczuk antes de que le fuera concedido el Premio Nobel de Literatura en su edición de 2018, aunque otorgado en 2019. No había leído nada de esta escritora polaca y solo hace unas pocas semanas me topé con uno de sus libros en los estantes de la librería que habitualmente frecuento. Me pudo la curiosidad y no tardé en comenzar a leer "Un lugar llamado Antaño" publicado por Anagrama (Panorama de Narrativas), cuya primera edición es de marzo de este mismo año 2020. Hoy he terminado la novela y he de confesar que  he disfrutado como hace tiempo no lo hacía con la narrativa. Desde el primero de sus breves capítulos, todos intitulados como "Tiempo de..." en referencia a cada uno de los diversos personajes que conviven en ese pequeño universo, el libro engancha y la historia se va haciendo cada vez más cercana, en gran medida como consecuencia del tratamiento que la autora dispensa a sus protagonistas, visibilizando sus sentimientos y encadenando sus respectivas tramas, que van desarrollándose en el marco de una amplia dimensión temporal (desde la primera guerra mundial y a lo largo de todo el siglo XX), en la cual asistimos al nacimiento, madurez y extinción de aquellos, que discurren parejos al cambiante escenario que les acoge. Se ha dicho que Tokarczuk cultiva una especie de "realismo mágico" e incluso se ha definido esta novela como "un cruce entre Cien años de soledad y un cuadro de Chagall". Ciertamente, nos encontramos ante una obra coral integrada por varias líneas argumentales que no obstante convergen en las vivencias de una familia que sirve de hilo conductor del relato, a modo de pequeña saga, en todo momento ágil y con preferencia del elemento psicológico sobre el puramente histórico o secuencial. Transcurre el tiempo, los personajes se someten a los avatares de la vida, envejecen y van apagándose. Afuera se suceden episodios, confrontaciones, tragedias, que la autora hilvana a la medida de aquellos, dotando a sus experiencias de una clarividente profundidad y humanidad, todo ello, valiéndose de una prosa plagada de connotaciones y recursos poéticos e incluso místicos. El libro contiene brillantes excursos reflexivos acertadamente insertos en la trama: "la vida no es buena con el hombre y lo único que está en sus manos es encontrar una concha para sí mismo y sus seres queridos y en ella perdurar hasta el momento de la liberación". Los personajes se hacen cotidianos y el lector se convierte en un espectador privilegiado que termina por familiarizar con ellos, implicándose en su destino. La maternal Misia, el introspectivo Izydor, la rebelde Espiga, son algunos de esos nombres que protagonizan los diversos "tiempos" de Antaño. Tokarczuk consigue además un curioso mestizaje entre la crudeza de la realidad que inevitablemente les atrapa y una atmósfera próxima a la Cábala judía con sus visiones laberínticas del mundo. En definitiva, una novela intensa, relajante, que invita a seguir disfrutando de la obra de esta autora. Ya me esperan "Los errantes", también publicado en Anagrama y que obtuvo el Premio Man Booker International. 





lunes, 7 de septiembre de 2020

Ya hace un año

¡Cómo ha cambiado todo en apenas unos meses! Estos días se cumple un año desde aquella escapada a Madrid para presentar mi libro "La complicidad de los amantes", el 9 de septiembre de 2019, en el Café Comercial. Nos juntamos allí un buen grupo de amigos y personas vinculadas a la literatura con la excusa de compartir mis poemas, que había publicado la editorial Takara apenas unos cuantos meses antes. La distancia y los avatares de este tiempo lleno de turbulencias que nos trajo el cambio de dígito del calendario terminaron por ahondar más esa brecha de la separación física. Despedíamos "La complicidad de los amantes", un frío día de enero, en la ciudad de Badajoz, ofreciendo de nuevo un recital poético-musical con la participación de los artistas José Luis Porras y Ana Peromingo. Luego vendría una primavera cargada de silencios y de ausencias, un túnel del que nos está costando salir. Recuerda uno aquel Madrid de la vieja normalidad, con su Rastro, sus cafés literarios, sus ahora vedadas aglomeraciones, como las del Retiro, durante la Feria del Libro, recientemente suspendida. Apenas si he vuelto a hablar o tener contacto con quienes asistieron a aquella presentación de septiembre de 2019. Aún recuerdo la estupenda introducción a cargo de Francisco Castañón y la gentil hospitalidad de Rafael Soler, el cariño de todos los que estuvisteis en el Café Comercial y con los que compartimos horas de tertulia y amistad después de la lectura. Escritores e ilustradores, cercanos todos. Espero repetir cuando se publique "Las erratas de la existencia", mi nuevo poemario. Ojalá que las cosas hayan vuelto a cambiar, para regresar a ese tiempo en que los abrazos estaban permitidos.