sábado, 30 de marzo de 2019

Arte y literatura en la Feria del Libro de Trujillo

Un año más, la primera cita del calendario literario tiene lugar en el marco de la bellísima Plaza Mayor de Trujillo, uno de los lugares más hermosos entre los muchos que afortunadamente tenemos en Extremadura y que aún aguarda ese momento de ser reconocido como Patrimonio de la Humanidad que por tantos motivos merece. Cita con mayúsculas con el libro y con todo lo que le rodea de expresión artística y cultura. 



Plaza Mayor de Trujillo durante la Feria del Libro

Una ocasión de nuevo para disfrutar de autores y obras en riguroso directo y para compartir momentos ciertamente inolvidables. Aun cuando la Feria del Libro arrancó el miércoles 27, con las primeras presentaciones (entre ellas, la de "Anglofantasmas", de Vicente Rodríguez Lázaro, de la editorial Norbanova, de la que uno es un poco cómplice), ha sido el viernes cuando hemos desembarcado materialmente allí, con la preparación de la exposición "Ilustraciones literarias" de la artista Deli Cornejo, que finalmente se ha montado en el Palacio de la Conquista, compartiendo espacio con las estupendas obras de la también ilustradora y diseñadora gráfica Silvia Campos, logrando integrarse ambas muestras en un espacio de trazos y colores que podrán verse hasta el domingo 31 en que se clausurará la Feria y que desde el primer momento han atraído la atención de cuantas personas se han acercado a visitarlas. 





Algunas imágenes de la exposición conjunta de las ilustradoras Silvia Campos y Deli Cornejo

Con los cuadros ya dispuestos en las viejas paredes rocosas del Palacio renacentista, la Plaza Mayor ofrecía toda su amplitud y hospitalidad al elenco literario que forman escritores, editores, libreros, dinamizadores culturales, etc. Grandes nombres de la poesía para la tarde del viernes. Memorable el mano a mano de los dos "Loewe" extremeños, Álvaro Valverde, y el flamante Basilio Sánchez, con sus obras "El cuarto del siroco" y "He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes", con el omnipresente Miguel Ángel Lama como maestro de ceremonias. Muy acertada la sugerencia de los poetas de que se reconozca la labor del catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de Cáceres, cuyo compromiso con las letras extremeñas viene ya de años, habiendo contribuido en no poca medida a que estas se encuentren en el lugar de privilegio que hoy ocupan. Poesía pues, de alto nivel con dos de nuestros más laureados y reconocidos escritores, uno de los cuales, el placentino Álvaro Valverde, era galardonado esa misma víspera con el II Premio Nacional de Poesía Meléndez Valdés, precisamente por su libro “El cuarto del siroco", cuyo éxito entre los lectores está resultando prácticamente unánime. 




Presentación de los libros "El cuarto del siroco" de Álvaro Valverde y "He heredado un nogal sobre la tumba de los reyes", de Basilio Sánchez, con Miguel Ángel Lama

Pero también se pudo disfrutar de los relatos de Antonio María Flórez o de los poemas de la escritora Montserrat Villar, que acaba de publicar en la editorial Lastura su libro bilingüe "Sumergir el sueño", con prólogo de Juan Carlos Mestre, quien poco después, acompañado del cantautor Amancio Prada protagonizarían otro de los momentos estelares de la noche, con el estreno de "Cavalo Morto", disco libro con diez canciones sobre letras de Mestre con música de Prada, algunas de las cuales interpretaron en la propia carpa de presentaciones con un público completamente entregado. La experiencia de compartir luego mesa y mantel con ellos y con otros muchos amigos del mundo de la escritura y el arte es algo que para quienes les admiramos y ansiamos aprender, realmente no tiene precio. 




La complicidad de Mestre y Amancio Prada, 
con un auditorio a rebosar para escucharles


Fragmento del tema "Compañerita", 
incluido en el disco "Cavalo Morto"

Finalmente, las exposiciones se inauguraron el sábado, pasado el mediodía, con presencia del Alcalde de Trujillo y la Concejala de Cultura del Excmo. Ayuntamiento, entre un goteo constante de visitantes. Mientras, en la carpa, el barquito letrero de Pilar Alcántara y Cora Ibáñez volvía a surcar los mares, para delicia de los pequeños lectores que disfrutaron de la lectura y escenificación de sus poemas, cargados de valores y sentimientos imprescindibles en un mundo tan necesitado de ellos. 



Inauguración de la exposición. Las dos ilustradoras


Con toda la troupe de "El barquito letrero"

La tarde volvió a iniciarse con poesía. Autoras como Rosario Guarino o Isabel Blanco Ollero estrenaban sus nuevos libros y tras ellas, le tocó a uno subirse otra vez al estrado para compartir palabra y amistad con el escritor Hilario Jiménez Gómez, en la presentación conjunta de los libros "Líneas de tiempo" y el recién publicado por Norbanova, "TERRA", antología que junto a la editada en la misma colección "Baúl de palabras" en 2017, "AQVA", constituyen dos verdaderas joyas, tanto literarias como por las características de su edición, que incluyen las magníficas ilustraciones que la artista Deli Cornejo concibió para estos poemas, y que forman parte de la muestra que estos días puede visitarse en el Palacio de la Conquista, donde también se exponen las realizadas por la misma autora para "Líneas de tiempo". Ha sido un festín de palabras compartidas, de versos diferentes, pero fruto de un espíritu creativo similar, donde el universo poético se construye a la medida de las propias referencias personales, situando al poeta como protagonista de un mundo que aunque surgido de sí mismo siente la vocación de hacerse partícipe de todo aquello que le rodea. De todo eso hay mucho en en estos libros.


Presentación de "Brigid o el fuego de la transformación", 
de Isabel Blanco Ollero, con Caridad Jiménez Parralejo




Presentación de "Líneas de tiempo" y "TERRA",  
con Jesús M. Gómez e Hilario Jiménez



  

sábado, 23 de marzo de 2019

En Badajoz: Reseña íntegra de la presentación de "Las regiones de la melancolía"

Volver a Badajoz, ciudad en la que residí durante esos años que marcaron el cambio de siglo y de milenio, fue ayer toda una experiencia gratificante y más aún cuando vuelves para hacer de maestro de ceremonias en la presentación del primer libro de poemas de un buen amigo, que de este modo hacía realidad uno de sus sueños, ver impresos en papel sus propios versos. Pasear por las calles del casco antiguo de la capital pacense, subir hasta la Plaza Alta y percibir su inconfundible aroma de ciudad fronteriza y de tránsito de culturas, sin duda es algo que a uno le acerca por unos instantes a esa sensación de libertad que tanto se echa de menos en el día a día de la vida cotidiana. El mejor recuerdo que se puede tener de una velada así es el que deja en los labios la lectura de una poesía íntima y cercana como la de José Antonio Patrocinio, pese al tono nostálgico y a veces sombrío que está presente en muchos de los poemas de su libro "Las regiones de la melancolía". Ya dejó apuntado que su inspiración brotaba de la lectura de autores como Rubén Darío e incluso se permitió recordar los primeros versos de su poema "Lo fatal". Lo demás vino ya de corrido, y uno se siente a gusto en brazos de un auditorio que se percibe agradecido y receptivo. Por eso, mi mejor tributo no puede ser otro que el de reproducir íntegramente el contenido del texto que a modo de reseña introductoria había elaborado para dar a conocer este libro y que tuve oportunidad de leer en el incomparable marco de las Casas Consistoriales de Badajoz junto a un autor tan próximo en tantos aspectos y tan querido. 


JOSÉ ANTONIO PATROCINIO: “Las regiones de la melancolía”
Badajoz, 22 de marzo de 2019.

Presentar la obra de alguien con quien tienes tantas cosas en común es siempre una satisfacción, pero también un reto nada fácil, ante el riesgo de dejarse arrastrar por el automatismo de los sentimientos y la complicidad de las experiencias vividas. Se antoja necesario sin embargo esbozar algunas líneas para explicar cuál ha sido el camino que hemos andado hasta poder tener en nuestras manos “Las regiones de la melancolía”, opera prima del magistrado y escritor José Antonio Patrocinio Polo, que hoy tenemos el honor de dar a conocer en este bellísimo escenario de las Casas Consistoriales, en la histórica y multicultural Plaza Alta de la siempre hospitalaria ciudad de Badajoz, donde el poeta trabaja y reside. Nos conocimos precisamente aquí, en esta población de contrastes, y no es la primera vez que compartimos aventuras literarias. Recuerdo que, estrenado el milenio, ya intercalamos versos en el viejo café “La Regenta”, en Valdepasillas, entre aromas de cerveza y humo de tabaco, en medio de un ambiente poético pacense que tan bien supo acogernos en aquellos años de mudanzas y andares. Fue precisamente quien hoy presentamos el que a su vez me presentara en la lectura que, en otro marzo, ya lejano, ofrecí en el Ateneo de Badajoz, cuando se encontraba en los locales de la calle de San Juan, presidido por el escritor Santiago Corchete. Desde entonces, sé que José Antonio no había dejado de escribir poemas, que iba seleccionando textos y purgando estrofas a la búsqueda de una palabra propia, de un discurso íntimo que modelaba a medida de su trayectoria vital, pero sobre todo, que alimentaba con el torrente de sus lecturas, piedra angular de su vocación literaria, pues sabido es que siempre un gran lector tiene garantizadas las bases sobre las que levantar su propio verbo, dar contenido y definir un estilo y una forma de expresar todo aquello que pide ir más allá de las páginas de los libros que con avidez van pasando por sus manos.

“Las regiones de la melancolía”es en gran medida el resultado de todas esas lecturas, maceradas en el tamiz de la personalidad de su autor, un libro que, sin perjuicio de inequívocas referencias y elementos heredados de aquellas, ha sabido erigirse, con la robustez de un tronco firme, de una muy característica manera de enfrentarse a la contemplación del mundo y la existencia humana, en particular. Al poeta como lector se añade pues el hombre, esta vez en su condición de espectador, de caminante, que deambula por un territorio donde las incertezas, los amagos de desasosiego, le acompañan y están presentes en la definición de su mirada. Con un lenguaje cercano, pero estudiado, cada poema es una colección de pausados ritmos, de combinaciones métricas en absoluto improvisadas. El autor sabe lo que quiere transmitir y la forma de hacerlo, hurgando en la búsqueda de lugares comunes en los que la experiencia vital se convierte en protagonista, como también lo son la tarde, el crepúsculo, los paisajes y el aroma de los campos. 

Un acierto, sin duda, el título elegido para dar idea de la trama argumental del poemario. El poeta, el hombre, medita y acumula sentimientos que son universales, reflexiones necesitadas de respuesta. Nos habla así de “la nostalgia de lo pasado”, contempla desde su privilegiada atalaya“el resto de su vida”, y pide al silencio que le acompañe en su recorrido. El diálogo consigo mismo que recuerda las Soledadesdel inmortal Machado, los soliloquios de quien, resignado al experimentar la huida del tiempo a orillas de un mar en calma, mediado el verano, a punto de que el cielo se ilumine, forman parte de ese mundo que el autor va dibujando al compás de sus versos. Estos se llenan de sensaciones, de personajes que habitan su memoria y toman cuerpo a través de los poemas. “El declamador”, El visitante”, “Desamparada”. Pero siempre la nostalgia, la visión doliente de la existencia que bebe de múltiples lecturas y momentos de indecisión a bordo del insomnio, cuando el universo parece empequeñecerse alrededor y solo se atisba la ruta inexorable de un horizonte desconocido y poblado de ausencias. Como la de la madre muerta del inefable Meursault, de “L’étranger”, cuyo recuerdo atormenta al protagonista de la magistral novela de Albert Camusy que aquí aparece en los reglones de “Los astros, a lo lejos”, sometida a la visión nerudiana del poeta que ve cómo la noche toma posesión de lo cotidiano. Como la del chico devorado por los rigores del páramo, que a las afueras de todo enfrenta sus ojos con los de la Parca, descarnados y extraños, incomprensibles. En “Dignidad”, el poeta toma como referente al escritor pacense Jesús Carrasco e interpreta hasta erizar el vello una de las secuencias de su novela “Intemperie”

La incertidumbre como argumento poético, la añoranza de la lluvia que como bautismal óleo redima la espera de quien aguarda y sopesa los ahogos de la existencia son constantes que marcan el desarrollo del libro: “Pronto llegará la lluvia/ y con ella la paz de las naciones/ anticipando el regreso de los nuevos tiempos/ y el anhelado silencio de los cañones.En un mundo convulso, aún queda tiempo para la esperanza, aun cuando “Aprender a llorar”resulte inevitable tantas veces y hasta necesario ante tantas muestras de dolor e injusticia. Así, otro de los elementos temáticos que está presente en el libro es la figura del Creador, del Dioscon mayúsculas al que el poeta interroga (como en el poema “Las preguntas”), un Diosno exento de desazones y turbulencias que pende cual espada de Damocles sobre el discurrir del ser humano, necesitado de un báculo liberador, de una orilla a la que aferrarse. Si antes comentábamos la proximidad del poeta al fatalismo de Camus, sus palabras están inflamadas de una fuerte impregnación del pensamiento unamuniano, de ese sentimiento trágico que estremeció durante toda su vida al pensador bilbaíno, confundido en medio del conflicto entre la razón y la trascendencia. En su poema “Vacío”, Patrocinio recrea las tribulaciones de aquel Manuel Bueno, mártir, que en realidad, D. Miguel quiso convertir en reflejo de sí mismo. 

Aunque estamos ante un libro reflexivo y melancólico, los versos de “Las regiones de la melancolía”tienen también su hueco para el consuelo, para la reconciliación con el propio yo y su lugar en el camino de la vida. Antes hablábamos de la lluvia como promesa, pero también el poeta aspira a empaparse de esa serenidad que invocaba Fray Luiscomo salvoconducto para alcanzar su particular nirvana, el del equilibrio, el de la expulsión de todo aquello que contamina la mirada y trastabilla los pasos. De nuevo Dios, y la humildad de quien pretende alcanzar la paz “ligero de equipaje”, como diría Machado, con el solo hábito de la autenticidad y la belleza de las cosas verdaderas. Porque la vida encuentra su sentido cuando se convierte en hombro al que el ser querido se arrima, en brazos con que guarecer al amado y apartar las adversidades. 

Canta el poeta a su tierra, “La tierra de la claridad”, ausente de los estereotipos de líricas trasnochadas, buscando retratar en sus versos la realidad de unas gentes que hicieron de aquella su forma de concebir la existencia. La tierra seguirá siendo en todo caso el mejor y más seguro de los baluartes, el último santuario donde abismarse para siempre hasta confundirse con ella. En definitiva, desembocan allí los ríos que fluyen a través de las regiones de la melancolía, dando sentido a las palabras, ese que no es otro que el de permanecer, de dar testimonio de lo que somos y de lo que fuimos. Lo dice el poeta: “reposaré eternamente en la extensa tierra de mi sangre/ cuyo nombre habré de recordar para siempre/ porque allí resiste y sigue en pie la casa de mi padre”

No les defraudará leer este primer poemario de un escritor que seguro será solo el principio de una prometedora singladura literaria. Sus lecturas son ahora también las nuestras, sus versos, los de todos nosotros, su paz, la que le invade al finalizar este periplo poético, la misma que nos confortará al entornar la última de estas páginas, cuando ya se anuncien tras los vitrales los primeros colores de la madrugada. 


Jesús María Gómez y Flores. 22 de marzo de 2019. 



sábado, 9 de marzo de 2019

Ansiedad y escritura automática

Cuando la ansiedad se apodera de tu vida cotidiana, inevitablemente todo sufre un proceso acelerado de cambio. Uno lleva conviviendo con ella desde hace tiempo, y ya es prácticamente un miembro más de la familia. Las cosas pasan demasiado rápido, las horas son bólidos que se escapan de las manos, las agendas echan humo. No hay sitio ni hueco entre las manecillas del reloj para albergar más vivencias. Apenas la lectura sobrevive, camuflada entre miles de folios que exigen urgente respuesta, con la vida en juego de personas cuyo destino depende enteramente de tus decisiones. En este contexto, la escritura automática sale al paso con sus flashes, con su discurso poblado de instantáneas, como el filo de un cuchillo cortando el aire. La dictadura del reloj cercena los recursos del idioma. Parece más pequeño el mundo si se contempla desde los versos de un haikuMás intenso, sin embargo, obligado a condensar su aliento en el espacio milimetrado de su métrica. Este marzo no se aviene a los cánones marcados por la ortodoxia. 


Continúan los libros apilándose en las estanterías, sin un destino fijo, aguardando quizá los libertinajes de un verano que se antoja incierto, plegado a las incertidumbres del presente. Entretanto, lo que uno escribe no puede prescindir de lo que pronto verá la luz, y de lo que no hace mucho alcanzó la madurez. No me sorprende que de los dos ejemplares de "Líneas de tiempo" que deposité en una de las librerías de Cáceres, solo uno se haya vendido. Ojalá las exposiciones en que próximamente se incluirán sus ilustraciones contribuyan a devolverlo a la actualidad. La ansiedad te hace escribir cosas de las que luego te arrepientes, tener ideas abominables. Me encantan los biopics sobre escritores. Pese al excesivo teatro, a la exaltación sobreactuada del mito. He visto varios en estas últimas semanas. No entiendo por qué me gustan tanto los autores ingleses si uno de mis socavones es precisamente la incapacidad para hacer mía la lengua de Shakespeare. Al menos, me conformo con poder leerla. Recomiendo las versiones que de las vidas de Mary Shelley John Keats han hecho las directoras Haifaa al Mansur y Jane Campion. También sus bandas sonoras. Buena opción para quien pretende escribir y desconectar de la realidad por unos instantes. 




No obstante, siempre hay que volver, descubrir que lo cotidiano maniata tus ansias de libertad, que la escritura es solo un pretexto para sentirse diferente en un universo globalizado, preso del yugo de las redes. Pronto se habrá publicado "La complicidad de los amantes". Quien lo lea pensará que su autor no pertenece a este tiempo. Quizá no le falte razón.