miércoles, 31 de diciembre de 2014

Mis lecturas de 2014 (solo una parte de ellas...)

Se va 2014. Para quien a trompicones mantiene vivo este humilde blog, éste ha sido el año de Escenarios, del libro, la historia de una travesía que arrancaba en enero y se gestaba pacientemente a lo largo de los siguientes nueve meses hasta su definitivo alumbramiento en septiembre. Sin duda, mereció la pena aguardar para disfrutar luego de la criatura y poder iniciar un viaje distinto, esta vez surcando sus páginas y acariciando las líneas que conforman sus pequeños suspiros poéticos. Desde octubre, en que tuvo lugar aquella puesta de largo de la que todavía conservo los aromas, los del verdín húmedo del patio del Palacio de la Isla y los del tibio jazz que tejieron los mágicos dedos de Mario Osuna y Jaime Naranjo, hasta hoy, cuando toca arrancar la última hoja del calendario, Escenarios me ha dejado gran cantidad de satisfacciones y espero que no sean las últimas. A tiro de piedra se encuentra ya el seis de febrero, cuando el libro se presente en Madrid, de la mano de Pablo Méndez y Diego Doncel, en el mítico Café Comercial de la Glorieta de Bilbao. Me tiembla el pulso solo de pensarlo. Pero ya está bien, voy a parecer aquel que dijo que había venido "a hablar de su libro". No es éste mi propósito, sino todo lo contrario. Aunque suene a tópico, no estará de más hacer un recorrido por aquellos libros de otros que tan buenos momentos me hicieron pasar en este 2014 y los que todavía se encuentran esperando su turno. No pretendo hacer una lista al uso de estas que andan publicando los suplementos culturales de los diarios o que nos inyectan machaconamente desde la red o los cada vez más escasos programas culturales de la TV. Solo recordar los libros que pasaron por mis manos y que merecen que yo ahora les dedique unas palabras. 

2014 ha sido un año para embriagarse de poesía. Dicen que este género no vende, pero lo cierto es que durante estos últimos meses se han publicado libros de poemas a toneladas. Por algo será, deben estar equivocadas las estadísticas. Además, se han publicado grandísimos poemarios. Es imposible por tanto que mencione o reseñe todos los que se han incorporado a mi biblioteca. Que nadie se moleste por ello.  Tarea difícil es seleccionar aquellos que más me han gustado, pero no dejaré de intentarlo. 

La editorial La isla de Siltolá ha publicado varios libros de poesía absolutamente imprescindibles, como "Las visitas de Caronte", de Jesús García Calderón o la antología marina de Santos Domínguez "La vida navegable". Recientemente ha continuado en esa misma línea con los libros de Alex Chico o Víctor Peña, entre otros, pero a éstos aún no he podido hincarle el diente. 

                 

Otro esfuerzo impagable por difundir la buena poesía que se hace en Extremadura es el asumido por la editorial de la luna libros y su colección insignia Luna de Poniente, casi completa ya (la echaremos de menos), por la que han desfilado autores y obras igualmente muy interesantes. La última hornada con los poetas más jóvenes (Fernando de las Heras, Francisco Fuentes, David Eloy Rodríguez y Juan Ramón Santos), la recibíamos hace poco tiempo, pero este año nos ha dejado títulos exquisitos como "Punto de apoyo" de Efi Cubero, "las letras de morella", de Pablo Guerrero, o Al Qarafa, de Pérez Walias. 



Si hay que recordar 2014 por cuatro libros de poemas que entiendo "de cabecera", hemos de detenernos en "Más allá, Tánger", de Álvaro Valverde, en cuyo reconocimiento creo que no existe demasiada discusión, "Cuaderno de vacaciones", de Luis Alberto de Cuenca", que tuvimos la suerte de escucharle recitar en la inauguración del Aula de la Palabra de Norbanova, en octubre, "Ácido Almíbar", de Rafael Soler, del que también disfrutamos en el Aula y "Canciones para una música silente", de Antonio Colinas.  Pero es que no podremos prescindir de otros como el exquisito "La hija del capitán Nemo", de Cecilia Quílez, "Oh siglo veinte",  de Pablo Méndez o "Lo que dejó la lluvia", de José Antonio Zambrano. Y es que la lista es interminable. 
  





 

Junto a grandes editoriales, es obligado reconocer la labor que han realizado aquellas otras con pocos medios y recursos que sin embargo han insistido en colocar a la poesía a la altura que le corresponde, pese a las dificultades, promoviendo ediciones de autores igualmente grandes y merecedores de ser leídos y conocidos. Mi agradecimiento a la gente de Letras Cascabeleras o Ediciones Liliputienses, que nos caen más a mano por eso de la cercanía, y que han ido enriqueciendo con cada obra publicada su catálogo.  No olvidaremos a Norbanova, que nos dio dos obras igualmente para recordar, "Detrás de la noche", de José Cercas y "La huella de los días", de Nicolás Corraliza. 

 




También han pasado por mis manos muchos libros de narrativa. Me ha dado tiempo a leer algunos, otros aún esperan su momento. Como con la poesía, mucha oferta, grandes editoriales, otras más modestas, en todo caso, obras inolvidables. Imposible prescindir de los últimos libros de Fernando Aramburu, Luis Landero, Patrick Modiano, Milan Kundera, y más de casa, las novelas de Vicente Rodríguez, Isidro Timón, los relatos de Pilar Galán. 














En suma, un año, este viejo 2014, de lo más literario. Esperamos que 2015 nos depare al menos iguales emociones. Y, después de "Escenarios", que algún viejo conocido del verso vea nuevamente la luz con renovados bríos. En ello estamos. 

lunes, 8 de diciembre de 2014

Otoño de palabras compartidas

Y ahora, ¿hacia dónde habrán de conducirse las veredas, los itinerarios del viaje? Quizá sea el momento de aprovechar el recorrido de estos "Escenarios" que acaban de dar el salto al papel impreso y rememorar a través de sus palabras los instantes, los lugares que sirvieron para edificar sus cuadros, hacer que lleguen a quienes quieran acercarse a ellos en esta luna de miel que el otoño ha querido hacerme compartir con la palabra poética. Porque no solo fueron los Escenarios; en estos últimos meses del año que poco a poco va consumiendo su almanaque, han sido muchos los buenos momentos en que ese idilio con el verso se hizo presente, piedra angular sobre la que luego irían forjándose amistades que depararon intensos instantes, sin duda inolvidables, que espero sean el principio de otras muchas. Imposible olvidar la velada que tras su intervención en el Aula de la Palabra de la Asociación Cultural Norbanova tuvimos con Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño. Fueron protagonistas la poesía, el arte, la aventura de los libros, la experiencia de una vida consagrada a las letras. Un deleite poder escuchar la lectura que Luis Alberto hizo del poema "Le Marais", de la primera parte de Escenarios, ya en la sobremesa de la cena que compartimos. Ingente el maestro vistiendo con el magisterio de su voz aquellos versos. Aún resuenan y resonarán por mucho tiempo en mi memoria... En el recorrido de la palabra, también pasaron los Escenarios por las manos de otros magos como Álvaro Valverde o Rafael Soler, aunque han sido muchas más.  Densa y envolvente la parada que hicimos en Tánger, para contemplar, oler, saborear un tiempo y una ciudad toda en sí embriagador escenario cuya huella también se dejará notar con largueza a la medida de unos versos, los de Álvaro, que nos llegaron como un regalo desde las orillas del Jerte, aderezados con los aromas del té, las especias y las aguas azuladas del estrecho. De Rafael diré que tenemos que reencontrarnos, más temprano que tarde, sin reposo, como diría Milanés, que su forma de escribir y leer impregnó en una noche fría de finales de noviembre los tapiales de la ciudad monumental y amansó el graznido rebelde de los pavos reales que habitan junto a la aguerrida Torre de Sande. Cierro los ojos y por unos segundos el silencio me devuelve al paroxismo de su Ácido almíbar. Entonces, imagino el telón de fondo de los trazos y el pincel de Felipe Ortega Regalado, a la sazón, también poeta, ambos que junto a Escenarios comparten los negros y elegantes ropajes de la colección "Baños del Carmen". Quieren de nuevo salir los versos a la calle, mojarse con la lluvia intermitente que nos visitó este otoño ya avejentado. Las puertas están abiertas y por ellas se cuela el escalofrío que alumbra la génesis de nuevos proyectos todavía embrionarios. Aún es el tiempo de la escena, del vibrante jazz que irrumpe con su humareda y va marcando el ritmo de las ideas, de los sentimientos que continúan brotando entre cuatro paredes.