sábado, 7 de junio de 2014

Palinodia

La vuelta de tuerca de las palabras. El destino de la escritura, contrario a los dictados del desencanto. De pronto, se abren las costuras del alma, repican en el silencio los galopes azules de la luz. Y la aguja gira en sentido contrario, trazando los compases de una música sonámbula. Una tras otra, las estrías del vinilo se suceden, las bocas se encadenan. De nada sirve ya desistir de la aventura, su nombre abraza la forma del poema y se encarna como un temblor bajo el musgo de la piel, alzándose más allá del tránsito callado de las nubes. 

Gira la aguja

No será la primera vez que me refiero al cansancio que en estas semanas, a caballo entre la primavera y el verano, después de todo un año con pocos momentos de tregua, sin piedad se apodera de mis más inmediatos referentes e inaugura un período de indiferencia y desidia, de acelerado deseo de desconectar de la realidad cotidiana, cada vez más engorrosa y cansina. Instalado en ese escenario, se diría que está a punto de inaugurarse un ciclo distinto, o quizá no tanto, pues se antojan familiares las tonalidades de esas partituras que regresan desde los viejos vinilos almacenados en los anaqueles aguardando la punzante aguja del giradiscos y su magia hecha música. Se avecinan tal vez tiempos que alterarán el sentido de las prioridades, situando en los primeros lugares de la parrilla sensaciones e inquietudes que aunque siempre estuvieron ahí, habían cedido víctimas del frenesí de instintos y ocupaciones que un día les tomaron la delantera. Ahora mis palabras no sienten ya la urgencia del verso, la esclavitud que implica la búsqueda del verbo preciso, de la imagen capaz de dinamitar la monotonía de los sintagmas para dar vida al poema. Los dedos se abandonan al barro, tantean los sólidos eslabones de lo real, se amontonan los libros, los propósitos derrocados que engendró el vértigo.