domingo, 29 de diciembre de 2013

2013. Libros que han pasado por mis manos (II): Narrativa

Algo parecido a lo que comentábamos en la entrada anterior ocurre con la narrativa. El año 2013 nos ha permitido también acercarnos a obras intensas, a relatos de gran fuerza, historias difícilmente olvidables, algunas de las cuales tampoco he podido terminar de leer, pero que aguardan su momento, mal colocadas, como advirtiéndome de mi falta, llamando la atención para que recupere cuanto antes un punto de lectura que quedó varado en medio de cualquiera de esos volúmenes, quizá en plena efervescencia de la trama. Hay autores a los que sigo desde hace tiempo y que me aportan una literatura de experiencias, no propiamente de ficción, de la que suelo disfrutar, sobre todo cuando no se puede leer todos los días y no se corre el riesgo de perder el hilo. Seix Barral reeditó este año "París no se acaba nunca", de Enrique Vila-Matas, y después de haber pasado unos días en aquella ciudad, me devolvió al ambiente de sus calles, a sus personajes y sucesos literarios, de la mano de Marguerite Duras o Ernest Hemingway. Mi habitación en la buhardilla de un hotel cerca del Foliès Bergère, con la montaña de Montmartre y el Sacré Coeur al fondo, me venía constantemente a la cabeza a cada incursión en aquella obra, avivando la ilusión de la vida bohemia de escritor primerizo que tan magistralmente recrea en ella su autor. 


 Pero no abandoné París ni la misma editorial, Seix Barral, Biblioteca Breve, cuando decidí sumergirme en la nueva novela de Rosa Montero, "La ridícula idea de no volver a verte". Es más, ésta ya la había leído antes de mi visita a la capital francesa. Confieso ahora que es quizá el libro que más me ha gustado de los que pasaron por mis manos a lo largo de este moribundo 2013. Las reflexiones de la autora madrileña en torno a los diarios de Marie Curie, que lo son en definitiva acerca de la vida, de lo imprevisible, del antes y el después, de la intensidad de un carácter que se sobrepone a su propia fatalidad, aún me hacen pensar y no dudo que volveré algún día a bucear en esas páginas. Lógicamente, intacto el regusto de este libro aún en la memoria, era obligado un paseo por el barrio de La Sorbonne. No falté a mi cita con el Pont Neuf o el Panthéon, y su huella quedó impresa en los versos de algún poema. 


De vuelta a las proximidades de la Opéra Garnier, bien distinta se alzó la trama en un súbito viaje al pasado, a los "tiempos de la infamia", y ante mí se abrieron de par en par las puertas de una ficción cargada de romanticismo en medio de las turbulencias previas al estallido de una guerra que habría de asolar el continente. "Amantes en tiempo de la infamia" del extremeño y buen amigo Diego Doncel, que había obtenido el Premio de Novela "Café Gijón 2012", viajó también conmigo a la ciudad del Sena, y allí comencé a leerla, con la celeridad que me exigía la obligación de tener que intervenir, unos días después, en el Aula de la Palabra de la Asociación Cultural Norbanova, para comentar precisamente esta obra junto al propio autor y a la periodista Cristina Núñez. La verdad, fue una experiencia increíble descifrar sus claves con el escritor, el mismo que había dado vida a los personajes e imaginado las vicisitudes por las que habrían de pasar en unos tiempos nada fáciles y en escenarios tan convulsos. Más que nunca, la literatura se convirtió en verdadero aprendizaje. 


No demasiado lejos en el tiempo respecto de la anterior, las dos siguientes novelas me devolvían sin embargo a las calles de otra de mis ciudades más queridas, Madrid, con autores que de una u otra forma, también me resultaban conocidos. En torno a la Feria del Libro de Cáceres, durante el bullicioso mes de abril, se presentaba "Las dos muertes de Salvador Buendía", publicado por Algaida, y obra de otro escritor muy próximo y amigo, Mariano Mecerreyes, tan cercano que me había permitido, antes incluso de su publicación, leer su historia mecanografiada en unos cientos de folios. De inmediato, sus primeras páginas ya revelaban que aunque de amplia extensión, iba a ser difícil abandonar aquel relato, pues a medida que avanzaba en él, sus diversas tramas y saltos temporales te atrapaban sin remisión, buscando desentrañar el destino de unos personajes protagonistas de una época, como en el caso del libro de Diego Doncel, sujeta a múltiples sacudidas e imprevisibles desenlaces. 


Y no diremos otra cosa de "Los ingenuos", del también madrileño Manuel Longares, que llegó a mí ya entrado el otoño y hallándome precisamente unos días en la misma ciudad en que discurría su argumento. De entrada me pareció volver a los ambientes que recreara Mecerreyes, en este caso, el casticismo del Madrid de posguerra y la difícil vida de los aragoneses desembarcados en la capital. Me hubiera gustado tener la oportunidad de comentarla con el autor, al que llegué a conocer en 2012 con ocasión de la presentación en la Biblioteca Histórica de la Universidad Complutense, del poemario "Las alas del poema", de Santos Domínguez. 


Mi recorrido finalizará de vuelta a Extremadura, a bordo de un tren recorriendo las interminables dehesas del norte de Cáceres. En mis manos, "Intemperie", de Jesús Carrasco, sin duda otro de los libros más increíbles del año que se nos marcha. La primera novela de este pacense invierte de plano la tendencia de las anteriores, todas construidas sobre escenarios urbanos, para situarnos en un contexto rural, agreste y hasta peligroso. Auténtica epopeya la de su protagonista, un niño que escapa de un mundo sin nombres y se adentra en una huida iniciática hacia su propia supervivencia. Tensión y hábil manejo de los recursos lingüísticos dotan al relato de un contenido visual propio del cine. 


 En mi mesa, sobre los anaqueles de mi librería, han quedado otros libros que espero ir disfrutando en los próximos meses. Para empezar, "El héroe discreto", del Nobel Mario Vargas Llosa, ha tomado la delantera y ya ando transitando por las calles de su Perú natal, y tintinea en mis oídos ese español tan sonoro del altiplano. Una bocanada de oxígeno después de tanto rodar por la vieja Europa. 
Aunque prometo volver para perderme en las páginas de "El intercambio", de Vicente Rodríguez, la prosa siempre brillante de Hidalgo Bayal o "La Habitación oscura" de Isaac Rosa. Todo a su tiempo. 



miércoles, 25 de diciembre de 2013

2013. Libros que han pasado por mis manos (I): Poesía

No todos los que hubiera querido, pero han sido muchos los libros que han pasado por mis manos a lo largo de este año 2013 del que apenas queda ya una semana. El tiempo, con su inexorable retahíla de ataduras, ha impedido que pudiera leer como me habría gustado una gran parte de ellos y ahora cogen polvo en los anaqueles de mi biblioteca, esperando su oportunidad. Muchos de estos títulos lo fueron de poesía, y puede sorprender que un género, una forma de acercarse al lector que no siempre es fácil, genere tanta actividad editorial, libros tan magníficamente editados y tanta variedad de presentaciones y recursos. Sería interminable repasar cuántos libros de poemas he podido hojear en estos últimos meses, cuáles me han gustado más, de cuántos autores he aprendido su particular sensibilidad a la hora de abordar temas de todo tipo a través del verso o la prosa poética. Tentado por la proximidad, mi primer recuerdo a estos poemarios pasará inevitablemente por aquellos que proceden de autores cercanos, ya sea geográficamente o porque tengo la suerte de contar con su amistad y he podido escucharles leer sus textos, interpretarlos y apuntar ciertas claves para disfrutarlos mejor. Como decía, son muchas obras y muchos nombres y no me gustaría que alguno se sintiera ninguneado para el caso de pudiera olvidarme de incluirle en la selección que seguidamente quiero ofrecer a los escasos seguidores de este humilde portal.  


Como decía, muchos libros de poemas han pasado por mis manos en 2013. 
Aquí,  una muestra de algunos de ellos:



Tres libros imprescindibles de poetas extremeños, José Manuel Díez, Basilio Sánchez, Antonio Rivero, con sendos premios importantes, publicados en la colección de poesía Hiperión. 


Interesantes propuestas de la mano de Visor Libros



Nuevamente, tres extremeños, Efi Cubero, Santos Domínguez, José M. Jurado, esta vez en Siltolá. Colección "Tierra". 




Un Premio Nobel, un grande, redescubierto en este inédito que publica "La isla de Siltolá". 



Colección "Luna de Poniente". Magnífica selección de poetas extremeños, ya por sus letras "Ñ" y "O", correspondientes a estos dos últimos títulos:




Otra colección imprescindible, la que publica "Ediciones Liliputienses" y que está reuniendo las mejores voces y los mejores poemarios latinoamericanos de la actualidad bajo la dirección de su responsable, el también poeta José María Cumbreño, autor de varios libros publicados igualmente este año:



La Colección "Nuevos Textos Sagrados", de Tusquets Editores nos ha permitido disfrutar en este 2013 de los nuevos poemarios de José Ramón Ripoll o José Corredor Matheos:



Otros dos libros que me gustaron: "Carta Blanca", de Rafael Saravia, que publicó Calambur y "La piel de los días", de Luis Izquierdo, publicado por Lumen.


2013 ha sido también el año del aniversario de Luis Cernuda y la publicación de la obra completa de Blas de Otero. Otras dos voces que no podemos pasar por alto. 



 Y lo que decía. Tuve la oportunidad de leer poemarios de muchos más autores. Que no se sientan ofendidos quienes no figuran entre los anteriores. 






sábado, 30 de noviembre de 2013

Un tesoro bajo las dunas

Son las 11:30 horas del 30 de noviembre. Apenas treinta minutos para dar la bienvenida al último mes de este 2013. Diciembre pues, a vista de pájaro, y con múltiples deberes por hacer. No he parado mucho por este blog en estos días que han ido consumiéndose con una inusual celeridad. Tareas y tareas, actividades que apenas dejan espacios libres en los que saborear el placer de un soliloquio de silencio y creación. El reloj sin embargo avanza tempestuoso, sin concesiones, y es ahora, al filo de la madrugada, cuando uno busca el amparo de las palabras, la fragancia de aquellos escenarios que quedaron ahí, parte de esa secuencia vivida apresuradamente. Hablaba también de búsqueda en mi anterior entrada, la que identifica al coleccionista embebido por un impulso difícil de calificar, como es el de seguir la pista de aquel objeto, aquella pieza, aquel pedazo de papel que desde hace años ansía localizar. Una empresa, pueril acaso, pero que le marca, como al arqueólogo el afán de descubrir una tumba remota bajo las dunas. Apartando la arena, aparecen de pronto unas escaleras de piedra, y otras más, hasta dejar ver una puerta que ya olvidó el contacto de unos dedos. Incalificable sin duda la sensación, la angustia quizá, de quien desciende por primera vez hasta ese lugar robado al tiempo. Luego, un butrón en el muro, el aire dormido del interior, la neblina que separa del mundo las siluetas, las turbias formas que allí aguardan, tras siglos y siglos de olvido, frágiles y encanecidas. Una luz penetra insolente. Detrás, "cosas maravillosas".  


Llegó diciembre y es obvio que hace ya unos minutos abandoné mi puesto frente al ordenador. Sin embargo, no soy Howard Carter ni localizar una tarjeta postal largamente perseguida es comparable al descubrimiento de Tutankhamon y sus tesoros. Pero, permítanmelo, por unos instantes me pareció sentir la caricia de la arena en las mejillas. 


Tarjeta Postal número 4. Cáceres. Torre del Bujaco. Editorial Fototipia Thomas, Barcelona, circa 1915. Con ella se completa esta serie de veinte unidades, después de años de travesía del desierto. 

domingo, 17 de noviembre de 2013

Coleccionismo y Romanticismo

Nos descuidamos y se nos va el mes de noviembre, tanto que casi estamos ya con los rutinarios preparativos de las Navidades. Avanza el mes, y para quien esto escribe, se acelera la cuenta atrás para un evento en el que lleva trabajando desde hace ya un tiempo y que, aun consciente de que se trata de una propuesta cada vez más minoritaria, no por ello deja de ser un referente cultural de primera magnitud. Y es que, ciertamente, uno ha crecido al calor de esas pequeñas estampitas de colores y variados tamaños que antes veíamos más que ahora sobre las cartas, los sellos de correos, y que ahora empiezan a ser una rara avis perteneciente casi a un pasado epistolar que no sabía de "emails", ni "Whatsapp", "SMS" y todas las nuevas formas de comunicación que el mundo digital ha traído consigo. Seguro a que quienes ya han nacido en plena borrachera tecnológica, si les preguntamos ¿qué es un filatélico, o qué es la filatelia?, les sonará verdaderamente a chino. En mis recuerdos sin embargo, el sello siempre estuvo presente. Mi padre, funcionario de Correos, sentía la filatelia como una auténtica pasión, y todo ese mundo de timbres postales, cartas, matasellos y sobrecargas pasaron también a formar parte de mis aficiones, pues, aparte de la pequeña enciclopedia que se revelaba a través de los sellos, sus personajes, acontecimientos históricos, valores cívicos, arte y costumbres, he seguido sintiendo que junto a ellos, continuaba acompañándome también mi padre, aunque físicamente nos dejara ya hace años. Aquel escenario del coleccionismo, del que fueron protagonistas las pinzas, los álbumes, los catálogos que siempre era necesario renovar, los "repetidos", que buscábamos cambiar con otros aficionados, ha continuado pues a mi lado, aunque ahora tengamos herramientas más sofisticadas y se haya perdido algo de ese romanticismo que una actividad como ésta también incorpora.  Quedan apenas unos días para que todo esto se abra al gran público y no solo sea ese coleccionista-anacoreta celoso de sus pequeños tesoros el que pueda disfrutarlo. Ya hace tiempo descubrí que si algún sentido tiene esta afición, éste debe encontrarse en la posibilidad de que otros puedan finalmente compartir y conocer el resultado de años de búsqueda y recopilación de piezas y objetos que quizá de otro modo no habrían podido nunca verse juntos y que servirán para enriquecernos a todos. Uno empezó rastreando mercadillos, librerías de viejo, luego páginas web, al acecho de tarjetas postales, fotografías, etc., relacionadas con Cáceres y sin embargo, la mayor satisfacción fue ver muchas de ellas en un libro, pues ello me permitía compartirlas más allá de las plastificadas páginas del álbum. 



 Creo que éste es el sentido que inspira la Exposición que el lunes 25 inauguraremos en el Palacio de la Isla de Cáceres, lugar también emblemático que acogió durante muchos años a los filatélicos de la ciudad y que, de niño, visitaba todos los domingos para acudir al mercadillo que éstos organizaban. Aquellos escenarios servirán ahora para acoger una muestra en la que podrán verse colecciones procedentes de toda Extremadura y  de otras Comunidades y que sin duda permitirán comprobar hasta qué punto el sello y las viejas modalidades de correo siguen siendo una forma privilegiada de acercarse a la cultura y a nuestra propia historia. 


Imagen de una Exposición Filatélica

viernes, 1 de noviembre de 2013

1 de noviembre. A la sombra de D. Juan Tenorio.

Hace ya tiempo que en la televisión dejó de programarse la noche del 1 de noviembre la obra "Don Juan Tenorio", de José Zorrilla. Aún recuerdo aquellos "Estudio 1" en blanco y negro, el rumor de las espadas, el verso decadente en labios de los actores, los inmaculados hábitos de Doña Inés... Han pasado los años y la sociedad ha cambiado, también los estereotipos de los héroes y por supuesto las preferencias del público, cada vez más seducido por otras propuestas quizá menos complicadas y más festivas. Estaré chapado a la antigua, pero ese romanticismo quizá caduco del "Tenorio" continúa seduciéndome cuando llegan estas fechas. Sin duda, el siglo XIX queda ya muy lejano, pero al pasar delante de las viejas sepulturas, me llegan reminiscencias de aquellos personajes: D. Juan, Doña Inés, D. Félix de Montemar... Amor más poderoso que la muerte, despojos que parecen encarnarse en un escenario donde las sombras cobran protagonismo:


"¡Doña Inés!, Sombra querida, 
alma de mi corazón,
¡no me quites la razón
si me has de dejar la vida!"

Aquellos que allí reposan tal vez se sorprendan por el inusitado trasiego de visitantes que hoy pulularán en torno a la última morada de lo que un día fueron en vida. Me sigue estremeciendo el tono de la Rima LXXIII de Gustavo Adolfo Bécquer, cómo el olvido y el musgo terminan haciéndose los dueños...

"¿Quién, en fin, al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
quién se acordará?

(Rima LXI)





Primeros de noviembre. Fechas iniciáticas en la transición hacia el invierno, cuando la piel y el corazón se arrugan para hacerse maleables a las inclemencias de la ventisca. En otro tiempo me dejaba llevar por las fanfarronadas de D. Juan, por la compañía de los amigos más cercanos al calor de un improvisado fuego, donde unas pobres castañas se dejaban asar a merced de la tarde y el olor a jara quemada. Parece mentira cuántas hojas del calendario hemos arrancado desde entonces. 


viernes, 25 de octubre de 2013

En la estación de Chamartín, Madrid.

Este escenario es un continuo mudar de rostros e identidades, de personas que van y vienen, que suben y bajan, sin más elemento en común que el de hallarse en tránsito. Es lo que tienen las estaciones, los aeropuertos, las paradas de autobús. Sitios donde la vida se detiene unos segundos, antes de tomar nuevamente oxígeno para reemprender un camino quizá distinto, en ese intervalo invisible que separa el presente de las brumas del futuro. Suelo venir a Madrid, normalmente una vez al año, casi siempre en el otoño, por motivos estrictamente profesionales. Continuar aprendiendo acerca de las materias que constituyen el día a día de tu trabajo, actualizar los conocimientos, sobre todo en tiempos convulsos como los que vivimos, es ciertamente conveniente. Desconectar de la rutina resulta además de saludable, profiláctico y beneficioso, también para aquellos a los que afectarán tus decisiones, si éstas se adoptan libres de ese aturdimiento progresivo propio de semanas y semanas sumergido en la misma dinámica. Pero estas licencias en pro del aprendizaje y la relajación de las tensiones, aunque conllevan también prolongadas estancias de mañana y tarde en las que solo hay lugar y tiempo para el estudio, tienen también sus horas en blanco, en las que la ciudad se abre a quien se encuentra de visita, a la vez que se deja querer. Es entonces cuando el transeúnte se convierte en espectador, cuando busca rutas e itinerarios en los que sentirse, siquiera provisionalmente, ciudadano de un mundo que despliega sus tentáculos más allá de las cuatro paredes que habitualmente conforman el espectro de lo cotidiano.  Atento a cuanto le rodea, no tiene rumbo fijo, sigue los dictados rectilíneos de una avenida o se estresa al tratar de introducirse en un vagón atestado del suburbano. 
Ahora aguardo en el vestíbulo de una estación de tren, 
con apenas cuarenta y cinco minutos por delante para reencontrarme con mis referencias habituales. Lo vivido estos días ha de interpretarse ya en clave de pretérito: las incursiones en grandes librerías, el ávido callejear por barrios de inconfundible estampa, los ensayos de un contrabajista que ultima su puesta a punto para el concierto que tiene dos horas después, que para eso nos advierten que las sillas están reservadas, la frustrada visita a los cuadros de Velázquez con un Paseo del Prado en estado de ebullición... Estos fueron mis escenarios de estos días, los de apenas unas pocas horas ausente de responsabilidades. Las fotografías las dejo para cuando no tenga que estar pendiente de los paneles que anuncian la muy próxima partida de mi tren.


Puerta del Sol, la primera noche. 


El Poeta.


Camerinos del "Café Central", donde vive el Jazz.


Reflejos de noche en el Mercado de San Miguel. 

sábado, 19 de octubre de 2013

Mujeres que son un ejemplo de vida

Hoy, 19 de octubre, como todos los años, se celebra el "Día mundial contra el cáncer de mama", una jornada que pretende sensibilizar a la sociedad frente a esta enfermedad que con el tiempo se ha ido haciendo cada vez más presente en nuestra vida cotidiana, pero también más vulnerable y vencible. En mi entorno, la realidad de esa palabra,

 "...capaz por sí sola de hacer el silencio, 
de embarrar la saliva"

se ha hecho patente en varias ocasiones con toda la incertidumbre que arrastra tras de sí, sembrando de dudas nuestro pequeño universo, poniendo diques al mar. Hace años, hablar de "cáncer", removía al instante las más profundas hebras del espíritu, alentaba un horizonte de agujas y desencuentros, donde los peores escenarios se veían como posibles. La frialdad del diagnóstico, el rostro invertebrado del médico, hacían el resto. Desgraciadamente, aunque las cosas han cambiado mucho, ese pánico no ha acabado de abandonarnos, pues no todos los cánceres son iguales, ni tampoco comparables las reacciones que frente a ellos experimentan las personas que los padecen. 

El instinto insatisfecho del cangrejo
no sabe de abluciones ni escapularios,
adentro de los tejidos
huésped inopinado se engasta
a cada sorbo de aire,
calladamente progresando.

En la vertical del asedio,
nada es seguro,
acecha el peligro
detrás de los estores,
ganglio centinela.

del libro "A Contracorriente", Editora Regional de Extremadura, 2009. 

El tiempo me ha hecho ver las cosas sin embargo de distinto modo. Las personas muy próximas que atravesaron este cúmulo de descosidos, que se embarcaron en ese difícil itinerario hacia adelante, salieron victoriosas. En la lucha contra ese enemigo silencioso e invisible, éste hubo de retirarse más allá de sus fronteras. 
¡Qué admiración la que me suscitan estas mujeres aguerridas y dispuestas a todo,  a las que el lógico sentimiento de temor ha hecho más fuertes!
 Para mí son un ejemplo, -y cada día me miro en una de ellas-, tratando de absorber a bocanadas ese empuje, esa entereza que muchos necesitamos para enfrentarnos a las adversidades. 
Una jornada como ésta debe servir para enseñarnos que no hay lugar para el desaliento, que la esperanza está muy por encima de aquel desconcierto inicial que la noticia de un diagnóstico como éste lleva consigo. Las mujeres que conozco que han pasado por esto me han dado una lección de confianza, de saber estar, que todos deberíamos aprender. 
Ellas siguen ahí, plantando cara a la vida, son felices, y hacen felices a los que les rodean. 









martes, 8 de octubre de 2013

Ni un segundo de olvido.

Kyrie. Schubert. Misa en La Bemol Mayor. Música que me trae la imagen de una habitación umbría, en una clínica agazapada en los sones del silencio. Mediodía. Quizá festivo. En el exterior, la silueta de las torres, desdibujada por la voracidad de las nubes. Es enero, y ya solo cabe esperar un milagro. La decadencia del cuerpo se ha contagiado del invierno, la respiración se ralentiza, duelen los alveolos con el contacto de la bruma. No me gusta recordar este escenario,  pero esta música me devuelve de lleno a los flujos del pasado, de un pasado de sombras y cansancio, a la imagen de un hombre aguardando la fractura de la conciencia, el aire helado que acaso precede a una luz que se antoja profética, ansiada playa al otro lado del tacto, libre de las inclemencias del dolor y la quemazón de los relámpagos. Él se marchó y nos dejó huérfanos de su abrazo. Pronto hará siete años de eso. Todo el tiempo que llevo hurgando en el vacío de la tarde en pos de su caricia.

Esta espera sin atisbo de indulgencia,
con el rumor de fondo del miedo,
de los días hurtados al futuro,
maldice sin descanso la pequeñez
de nuestros nombres,
el ser de repente solo un cuerpo
humillado y triste
en el umbral del último viaje. 





domingo, 29 de septiembre de 2013

El otoño de la "movida"

Esta mañana lluviosa de finales de septiembre, al pensar qué escenario me gustaría recrear, el plomizo tránsito de las nubes, la llovizna intermitente, la visión de la ciudad desde las alturas, me devolvían, veinticinco años atrás, a los ochenta del pasado siglo, a tiempos aún bisoños y llenos de incertidumbre, tras el cristal de una ventana, en otro otoño contagiado de niebla.  A ese lado, la urbe desparrama su silueta, un paisaje que no pertenece al acervo de lo cotidiano. Son las primeras luces y en la casa aún se desperezan los sonidos. La bruma se cuela por las rendijas, atiranta el vello, anticipa la vejez de los sentimientos y el ocaso de las palabras. Afuera, aún siguen vivos los mitos. Eran indulgentes aquellos días en que pude verles compartir brillantina y alcohol en una de las terrazas de la Plaza de la Cebada. Luego también vendría el invierno para ellos. No puedo olvidar el porte y la imagen de Tino Casal reclamando para sí toda la atención, con su báculo de mango plateado y su tupé color henna. Le acompañaban otros ilustres de la llamada "movida", correligionarios de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Imagino sus conversaciones, el diseño de un universo de música y celuloide que tan excitante se antojaba a los mortales. No mucho tiempo después, Enrique Urquijo se dejaba la piel en un portal de la calle Espíritu Santo, roto el hilo de plata de la conciencia en un viaje sin retorno. Le seguiría Casal cuando en 1991 fue portada de los telediarios al perder el control de su vehículo en la M-30, seducido por los efluvios de la velocidad, la misma que parecía impulsar su música y que te empujaba sin querer a la pista de baile. Un final que recordaba el de otros grandes que también se convirtieron en iconos y que parecían tener prisa por pertenecer a ese extraño Olimpo de incorpóreos a salvo del olvido. 


domingo, 22 de septiembre de 2013

Aguardando el otoño

Esta semana compartíamos unos muy agradables minutos con el poeta y editor José María Cumbreño, responsable de Ediciones Liliputienses y alma mater de la colección de poesía hispanoamericana La Biblioteca de Gulliver. Fue el pasado lunes, por la tarde, en los maravillosos jardines del Palacio de Carvajal en pleno corazón de la ciudad monumental de Cáceres. No es que uno sea muy dado a "salir en la tele" y cosas similares, pero no podíamos rechazar la invitación de José María y de Live CC. Finalmente, pasamos un rato hablando de literatura y sobre todo, del número 4 de la Revista Norbania, que acaba de salir y que vamos a presentar dentro de unos días. Un escenario único el de este Palacio, en la calle Tiendas, donde se ubica el Patronato de Turismo de la Diputación de Cáceres. 



De vuelta a la biblioteca, será difícil encontrar hueco en sus polvorientos anaqueles para colocar tanto nuevo libro que últimamente está llegando a nuestras manos. Mucha poesía, alguna novela, un poco de todo. Son las bibliotecas lugares donde es posible imaginar las más osadas convivencias, donde personalidades dispares coexisten sin queja alguna, y no hay sitio para la impostura. Los lienzos de pared se visten de páginas, de interminables tramas, de capítulos y de versos sin solución de continuidad ni tregua. Estar rodeado de libros, el skyline que conforman sus distintos tamaños, sus colores, incluso el desorden de los títulos amontonados esperando su encaje definitivo tienen algo especial. Como también el olor que desprenden. Libros nuevos, amarillentos ejemplares envejecidos y delicados. Todos conviven en este microcosmos. 



En esta semana en que se marchaba otro poeta de casta, Juan Luis Panero, damos la bienvenida a los libros "Sin ruido", de José Corredor-Matheos, que ha publicado Tusquets Editores, "Limbo y otros poemas", de la extremeña Ada Salas, que publica Pre-Textos,  y los nuevos títulos de Ediciones Liliputienses, números 30 y 31, "Safari", de Laura Yasan y "Equinoccio del cuerpo y el alma", de Enrique Verástegui. Poesía para recibir al otoño.






Aunque no parece que la nueva estación quiera dejarse ver. Ya se van haciendo querer esos días brumosos de hojas caídas y contenidas dosis de nostalgia, esos ocres y verdes oscuros del Paseo de Cánovas en las tardes cenicientas de primeros de noviembre. Tendremos que esperar para disfrutar de estos escenarios que parecen hechos para sumergirse en las páginas de un buen libro de versos. 



miércoles, 11 de septiembre de 2013

Fotogramas en movimiento

Los escasos visitantes de este blog habrán observado que después de un estreno eufórico, con todo el empuje de los días de ocio y los últimos estertores del mes de agosto, he terminado entrando en la dinámica habitual de apariciones furtivas y conversaciones casi conmigo mismo, sobrevenidas con una irregular cadencia proclive más bien a la sorpresa que a un periódico flujo de inspiración o suerte de pírricas ocurrencias. El tiempo se estrecha y las horas no dan más de sí. Eso se nota también cuando de escribir se trata y a veces se encarna incluso con la forma de molestos episodios de desasosiego, porque no es fácil abarcar todo aquel campo de acción que en principio habíamos deseado. 

Muchos frentes abiertos. Propósitos que terminan haciendo aguas. Prisas que no son buenas consejeras. Poemas que es mejor dejar reposar en la soledad de un cajón con olor a madera, como se hace con los vinos que aspiran a ser un día protagonistas de una buena mesa. Escenarios que se solapan unos a otros, planos que se suceden con rapidez sin dar tiempo a reaccionar ni a detenerse en la contemplación de las vistas.  



Así los días, y los meses, van pasando, y nosotros, casi sin darnos cuenta. Ya mismo nos felicitan por Navidad y seremos un año más viejos. Quizá la cosa esté en bajar el nivel de revoluciones, en deglutir un poco más lentamente cada pedazo de realidad, de modo que el placer de los sabores se imponga a la urgencia por sentirse repletos, tanto que al final terminamos hartos de todo.