domingo, 26 de enero de 2014

Próxima publicación de mi libro "ESCENARIOS"

En la entrada anterior planteaba un interrogante: qué se puede hacer con un libro de poemas cuando se tiene la certeza de que ya no da para más, que solo aguarda el "The end". Ahora desvelo que era lo que le pasaba a mi libro "Escenarios", el poemario que me ha llevado más de dos años concluir y que acababa de imprimir en papel, dando no poco trabajo a la sufrida impresora que pacientemente vomitaba folio tras folio hasta superar los ochenta (aunque luego haya que pensar que en un libro las páginas vendrán a reducirse a poco más de la mitad). Igualmente puedo confesar que he tenido suerte y las incógnitas vertidas en aquella desquiciante reflexión de hace una semana han querido resolverse con una rapidez inesperada. "Escenarios" verá la luz, aunque deberá esperar unos meses, algo así como un parto, pero lo hará a manos llenas, abriéndose a un número potencial de lectores superior al de libros anteriores. La colección "Baños del Carmen", de Ediciones Vitruvio, incorporará la obra a su catálogo y ya cuento los días que habrán de pasar hasta que ello suceda.


En unos meses, "Escenarios" tomará cuerpo en este formato. 


domingo, 12 de enero de 2014

¿Para qué sirve un libro de poemas recién terminado?

No siempre es fácil decir: "hasta aquí hemos llegado, no lo toco más". Un libro es un camino espinoso, accidentado, pero llega un momento en que las revisiones, las adendas, los cambios forzados o fruto de inopinadas iluminaciones súbitas han de tener un punto final. La escritura llega a hacerse tediosa, sucesión de parágrafos interminables, sin solución de continuidad a veces. No se ve día ni hora que haya de albergar la conclusión de un trabajo iniciado ni se sabe ya cuándo. Pero ese dies ad quem debe llegar, y habrá que estar preparado para cuando suceda. Porque, si es intrincado el sendero hasta entonces, el horizonte que después se abre a los ojos resulta si cabe más incierto, más aleatorio y plagado de incertidumbres, si no de frustraciones. ¿Cuál puede ser el destino de un libro de poemas recién terminado? A bote pronto, se me ocurren varias opciones, todas ellas sin desperdicio alguno. En primer término, el poemario puede pasar a dormir el sueño eterno de los justos en las confortables dependencias de un cajón o un maletín, siempre lo más resguardado posible de las inclemencias del tiempo, material reservado únicamente al consumo doméstico de su creador, quien ya sea de propósito o por azar, se topará con esos papeles la próxima vez que hurgue entre los sedimentos de su biblioteca y quizá le sorprenda lo que un día le robó horas y esfuerzo culminar.  Otra posibilidad es que el osado autor se aventure en las procelosas aguas que rodean los concursos literarios. Que le tiente un salto al vacío, un "puenting" poético. Si tienes un mínimo de confianza en tu obra, ésta puede ser una buena alternativa, aunque también es conveniente tener a mano una importante dosis de tila o autoestima para el supuesto de que la cuerda se rompa y termines dándote de bruces contra el suelo, lo que desgraciadamente suele ser lo más habitual. Si no es así, lo has conseguido, ya no tendrás que preocuparte más del porvenir de tu libro, éste podrá seguir adelante sin la tutela de su progenitor, se habrán abierto las puertas de la editorial de turno y aunque la distribución no sea todo lo espléndida que fuera deseable, el libro estará impreso y a disposición de los lectores que quieran disfrutarlo. Si te da respeto el tema de los concursos, la opción de buscarse la vida directamente en el entramado editorial está siempre ahí, pero tampoco es algo que te garantice el paraíso. Algunas de ellas, de plano rechazan el envío de originales, otras te exigen un fuerte tributo económico y algunas, ni siquiera tienen la cortesía de contestar a tus reiterativos correos de ofrecimiento. Al final, tendrás un libro magníficamente encuadernado en canutillo que exhibir en las lecturas literarias a las que pudieran invitarte, pero una criatura que como todo en este mundo, también irá envejeciendo, y tal vez cuando menos te lo esperes, tú, que sigues creyendo en esto de la literatura y te seduce escribir, habrás engendrado otro nuevo vástago que hará que no te acuerdes de ése que nunca llegó a ver la luz. No hay que olvidar tampoco que el papel es reciclable, y que los múltiples borradores que vomitó en su día la impresora pueden tener un destino honroso recuperando su esencia. Se evitará el talado de más árboles y será bueno para el cambio climático y la contaminación. Esta alternativa es para pensársela, ciertamente. En fin, ahí me encuentro yo ahora. De momento, un adusto habitáculo de madera sirve de acomodo al último producto de mi factoría literaria. Como siempre se dice, -el mejor de todos los que hasta ahora salieron de tu pluma-. El tiempo dirá si los personajes, los "escenarios", las ocurrencias que contiene, encuentran editor y son bendecidos con el óleo de la publicación. Ésa será efectivamente, otra historia.  



domingo, 5 de enero de 2014

En el Centenario de "Platero y yo"

Siempre me gustaron las obras de Juan Ramón Jiménez. Leo que en 2014 se celebran los 100 años desde la primera publicación de Platero y yo, y espero tener un hueco durante el verano para visitar su casa de Moguer y respirar unos instantes el aire de aquellas estancias en que vivió nuestro Premio Nobel de Literatura hace ya más de un siglo, la brisa aterciopelada que procedente de las dunas de Mazagón y La Rábida se hacen "remolino de viento fresco, color nuevo, olor reciente, canción tierna". Cuánto me queda por aprender de aquel poeta y de su musa, la no menos inolvidable Zenobia. Ellos, que embarcaron para América abriendo veredas al verso, al palmoteo de las palabras bajo el cielo anubarrado de Brooklin, para que años más tarde Federico lo devolviese ataviado de imagénes, de auroras pobladas de luminosos reflejos de serpiente y cristal.  Mas siempre nos quedará Platero, el tierno asno de las primaveras encendidas de Huelva, el amigo de los niños, el Platero feliz del arroyo y la dehesa... En 1932, Juan Ramón verá publicada esta obra por mediación de uno de los templos de la cultura de la época, la Residencia de Estudiantes de Madrid, en una edición que hace tiempo llegó a mi biblioteca y que comparte anaquel con las Eternidades y La Estación Total, fundiendo en un guiño las blancuras inmortales del poema.