Es complicado describir con palabras tal cúmulo de sensaciones. Este segundo viaje al continente americano ha supuesto de nuevo una experiencia sumamente enriquecedora, de la que me traigo el cálido abrazo de muchas estrenadas amistades, de allá, pero también de acá, los sabores, matices y enseñanzas de una cultura desbordante y generosa, y por supuesto, el regalo de la palabra, la que fluye de las páginas de los libros y la que se disfruta directamente de labios de autores y autoras en múltiples foros de conocimiento y cercanía.
Es difícil resumir tanto en unas pocas líneas. Lo importante es lo vivido, lo que ya forma parte de uno y que queda ahí para siempre, legado de imágenes y momentos inolvidables. No es solo el hecho de poder presentar libro y compartir poemas en una Feria como la de Guadalajara (Jalisco), en México, la mayor del mundo hispano, donde uno se siente minúscula gota de agua en medio del océano; son también los instantes de hermandad literaria en lugares emblemáticos como el Ateneo Español de México, la Fundación Elena Poniatowska, la Capilla Alfonsina, o el Panteón Jardín, donde un grupo de heterogéneos enamorados de la poesía, españoles, latinoamericanos, tunecinos, improvisamos un sincero homenaje a los poetas Luis Cernuda y Emilio Prados, fallecidos en el exilio mexicano. Hacer literatura, pero sobre todo, vivir la literatura, estarle agradecido por estos buenos momentos y por el descubrimiento de tantas personas con las que compartirlos. Al final, lo de menos es la presentación de tu propia obra, pues aunque siempre es un gozo, una satisfacción, dar a conocer tu acervo poético en otras tierras, ante otro público, implicarse en su intrahistoria, en su cotidianidad, da alas para continuar creando y plasmar las impresiones, las secuencias de esos días, a bordo de futuras letras.
Pero también uno desea que los demás le escuchen, le lean, que sus versos dejen de ser patrimonio propio y que sean pronunciados e interpretados por otras voces. Desde la otra orilla del Atlántico, también Umbral de agua y sombra aguarda ese instante de reflexión y caricia a este lado de la luz, en territorio conocido, y por ello permeable, aunque no siempre tan agradecido como aquel de ultramar. Desde Guadalajara, próximos aún los ecos del mariachi, llega Umbral de agua y sombra a Cáceres en la antesala de la Navidad, buscando el recogimiento y la intimidad del Palacio de la Isla, donde se presenta el viernes 19, a partir de las 18:30 horas, con las palabras preliminares del editor, Basilio Rodríguez, tras las que todo el tiempo será para meditar sobre los poemas en un recital al que he querido llamar "Ecos del agua en el puente", parafraseando la leyenda en japonés que figura en el cuadro que sirve de ilustración a la portada del libro.






