domingo, 18 de abril de 2021

San Jorge y Cáceres: Uno de los cuadros del Pregón 2021

Tras tener el grandísimo honor de pronunciar el Pregón de San Jorge 2021, en Cáceres, y estando próxima la festividad del Santo, Patrón de la Ciudad, reproduzco uno de los ocho "cuadros" de que se compone dicho Pregón, como anticipo de su publicación íntegra, en el que se recuerda la conocida leyenda del dragón, temática que aparece en los múltiples iconos y representaciones que de San Jorge existen en Cáceres.

CUADRO TERCERO: LA LEYENDA DEL DRAGÓN

El paseante que transita por las empedradas calles de la Ciudad Monumental no tardará en ver guiados sus pasos hasta la que, desde mediados de los años sesenta del pasado siglo, conocemos como Plaza de San Jorge. Antes, había allí una amalgama anárquica de edificaciones y restos de otras, sin ningún valor histórico, junto a una fuente próxima a la Cuesta de la Compañía, en la que las populares aguadoras rellenaban sus cántaros. Un espacio yermo rodeado de retazos de historia: El Palacio de los Golfines de Abajo, la Casa de los Becerra, la Iglesia de San Francisco Javier y el Colegio de los Jesuítas, sede luego del Instituto “El Brocense” y hoy de la Escuela de Arte Dramático de Extremadura. Tras la remodelación, se ganó para Cáceres el señorío de una Plaza que con el transcurso de los años se ha convertido en punto de encuentro, auténtico kilómetro cero del casco viejo, desde la que parten los senderos que lo atraviesan, hacia el sur, hacia el norte, balconada abierta a la contemplación incansable del arte hecho arquitectura, de la historia, trazada con la gubia de la heráldica. Tan noble paraninfo acoge en lugar privilegiado una de las esculturas que mejor representan al Patrón de Cáceres, ocupando una hornacina abierta en el frontispicio del complejo de escaleras que conducen hasta los niveles superiores. Al alcance de una caricia, se muestra al Santo ataviado con su coraza y su casco, sobre su caballo, en el momento supremo de lancear y dar muerte al pérfido dragón que, a sus pies, aparece sometido, bestia inmunda que exhibe viperina su lengua cual última bocanada de esa lumbre que la estocada del caballero ha conseguido apagar.



Estatua de San Jorge, obra de José Rodríguez, 
que se encuentra en la Plaza de San Jorge de Cáceres

Seguramente no serán pocos los que se hayan sentido atraídos por estas criaturas míticas, tan presentes en un buen número de culturas, tanto occidentales como orientales. El Dragón como animal que identifica el sentir de lo oscuro, de lo tenebroso, el peligro ante el que el ser humano percibe su debilidad y su impotencia. El Dragón como compendio de todos aquellos elementos del mundo animal que despiertan temor y rechazo, que se asimilan a la idea de lo malo, lo pecaminoso, como la serpiente y por ende, el diablo. Las leyendas de caballeros, de héroes vencedores o dominadores de dragones han llegado hasta nuestros días. Así, Apolo, Cadmo, Perseo y Sigfrido, vencen al dragón, y del mismo modo, San Jorge y San Miguel Arcángel, como ya hemos dicho, son representados en ese crítico instante en que con sus armas proceden a derrotarle. Hoy, no podemos imaginar al Santo de Capadocia sin su abominable oponente, y en Cáceres, no solo aparece representado en multitud de iconos repartidos por toda la ciudad, sino que es el protagonista indiscutible de la fiesta que desde hace años se viene organizando la víspera del 23 de abril para recordar aquella fecha inolvidable que supuso la victoria del rey cristiano frente a las tropas musulmanas.



Imagen de San Jorge que se encuentra en el vestíbulo del Palacio de Carvajal (Cáceres)

Sin embargo, la leyenda de San Jorge y el Dragón nada tiene que ver con este hecho histórico. Desde sus orígenes, se ha querido mostrar como una lucha del bien contra el mal, cuyas reminiscencias se hallan en las glosas del Apocalipsis de San Juan y en el Leviatán de los Salmos, con la imagen del enemigo personificado en la figura de Satanás. La escultura de bronce, obra de José Rodríguez, que preside la Plaza de San Jorge en Cáceres, responde a esa tradición del guerrero que no se encoje ante el furor de la bestia, que en la literatura medieval, contemporánea de la Reconquista, ya aparecía, por ejemplo, en los textos artúricos, de los que sirve de muestra el episodio del Valle sin Retorno, donde el caballero Lancelot vence a dos de estas criaturas al clavarles una espada en la boca abierta, salvándose así de la prisión de Morgana, de la que eran los guardianes. 

En el caso de Jorge, mártir de la época del emperador Diocleciano, su asociación con la figura del dragón es también fruto de una historia medieval, surgida en torno a los siglos IX y X. En el tiempo de los cantares de gesta, la tradición quiso convertir a San Jorge en el héroe que libera a todo un pueblo, la antigua ciudad libia de Silca, del terror causado por el voraz dragón que tenía atemorizados a sus habitantes, exigiéndoles la entrega de animales e incluso de personas (jóvenes mujeres elegidas por sorteo), para aplacar su apetito insaciable. Cuando la princesa fue la escogida para el sacrificio, aparece Jorge y consigue derrotar a la diabólica criatura.



San Jorge y el Dragón. Grabado de Alberto Durero

La historia tiene todas las características de los relatos de caballería, aun cuando no esté exenta de un trasfondo teológico. Así, el pueblo oprimido, la muerte que le acecha, el paladín y la doncella, hasta el premio final, cuando de la sangre del monstruo nace una rosa que aquel ofrece a la princesa, hecho del que algunos derivan la tradición de entregar una rosa roja a las damas el día de San Jorge. 


Una maldición tiene cautivas a las gentes.

Un enorme dragón, de sus corderos, de sus doncellas, se quiere alimentar.

La suerte está echada y esta vez a la hija del rey le tocó ser su bocado.

Ya camina hacia la cueva donde la bestia duerme, nada podrá evitarlo.

Mas un soldado, a lomos de su caballo, ha presenciado todo y presto se dirige

a entablar con el monstruo singular batalla. Escudo en mano, esquiva

las llamaradas que vomita su boca, con brío enarbola

la lanza y busca dónde hacerle más daño. Pero el dragón solo tiene ojos

para la princesa y con sus garras pretende zafarse del intruso caballero

que aprovechando ese momento de incertidumbre incrusta su estoque

próximo al corazón del diabólico engendro, haciendo brotar de sus

escamosas carnes un reguero de roja sangre que se precipita

sobre la árida tierra, de la que brota, con la textura de las rosas,

el germen de la libertad y la concordia.

 

 

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