domingo, 18 de mayo de 2025

El goce de la palabra poética compartida: "Al hilván de la luna", de María Jesús Fuentes

Se han dicho muchas cosas acerca de la poesía. De todas ellas, la de que su lectura constituye una experiencia que es propicia al deleite de los sentidos, encaja como un guante respecto de la poesía de María Jesús Fuentes. El pasado viernes, 16 de mayo, se presentaba en Cáceres el libro Al hilván que traza la luna, de la autora malagueña y más allá del sesgo minoritario que suele caracterizar a este tipo de veladas, sobre todo cuando coinciden en la misma fecha y hora una pléyade de eventos y convocatorias, uno no puede sino pensar en lo que todo ese público se ha perdido, sobre todo cuando vivimos inmersos en un mundo y una sociedad donde prima el culto al consumo y la exaltación del propio yo. La experiencia poética, además de enriquecedora, aporta un cúmulo de sensaciones y aviva nuestra capacidad para la sugerencia, liberándonos del absorbente yugo de lo estrictamente material, de lo caduco, que nos rodea.




María Jesús Fuentes conoce muy bien cuál es la esencia de este lenguaje y además sabe cómo transmitirlo, cómo convertir la palabra en algo cercano y permeable a través de sus versos. La propuesta que ofrece en Al hilván que traza la luna es a la vez original y atrevida, desborda los cartesianos límites que no pocas veces aprisionan el discurso poético, creando una atmósfera que desde sus primeras páginas envuelve y seduce al lector, valiéndose de referencias literarias que no son desconocidas para el gran público y haciéndole partícipe de sus diálogos y controversias. Construye la autora su obra sobre una arquitectura estructural sólida, alterna la aparición de personajes y figuras clásicas con el contraste, cuasi teatral, de otras figuras anónimas que reflexionan y descienden hasta el terreno de la cotidianidad,  demandando la complicidad del espectador que asiste a sus parlamentos y llega a tomar partido, sin pretenderlo, por uno u otro, en una dialéctica de los contrarios que tiene al hombre y a la mujer como protagonistas universales, pero igualmente sujetos de una misma trama, en la que el amor se erige en clave de bóveda, para el goce, pero también para el derrumbe. Ahí es donde María Jesús interviene con su verbo aderezado de poderosas imágenes a fin de enmendar la aleatoria pulsión del destino, porque la poesía posee ese don de hacer posible lo inimaginable, lo que parece condenado a la desesperanza. 

Estamos ante un libro en el que conviven las promesas y las verdades, la denuncia y la afirmación de la mujer más allá de las convenciones y la contaminación de las sonrisas, la que dice: "me negué a la reverencia / a calzarme los zapatos de salón" y que busca navegar la vida sin temor al naufragio. 

Estamos ante un libro que, como anticipábamos, se vertebra en torno al diálogo, ideal para una lectura compartida, como la que disfrutamos junto a su autora en la tarde del viernes, prólogo lírico al recorrido que "al hilván que traza la luna" efectuaríamos luego, dejándonos perder por las empedradas callejas de la ciudad medieval, en presencia de quienes, como Hernando de Ovando y Mencía de Ulloa, se miran por toda la eternidad desde los medallones que flanquean el pórtico de su adusta casa solariega, acaso dialogando como los figurantes de este poemario imprescindible. 





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