sábado, 22 de septiembre de 2018

Mi adiós a las redes sociales

Enlazando con el tema de mi última entrada, casi un mes hace ya de ello, sigo dándole vueltas al fenómeno de las redes sociales, y cómo han llegado a influir en la forma de relacionarnos y comunicarnos en esta sociedad tecnificada que gira en torno a la teología de los smartphones y a la omnipresencia de un internet sin el cual no faltan quienes aseguran que no serían capaces de entender su cotidianidad. Me propuse un experimento sociológico, desaparecer, hacerme invisible. Comenzar desactivando la cuenta de Facebook, y con ello separar mi pequeña pieza del puzzle, averiguar cuáles podrían ser las consecuencias de tal exilio voluntario. Las redes son un vórtice que engulle a quienes participan en sus ondas. El que no desea continuar sometido a la dictadura de la exposición pública, se cuela rápidamente por el sumidero y ni siquiera sus amigos o contactos llegan a advertirlo. Personalmente he comprobado que solo unos pocos se dieron cuenta del apagón, que buscaron en vano el rastro de un perfil, condenado por otra parte a reactivarse a la semana, si no hay orden en contrario. En todo esto hay algo de adicción, los primeros días echas de menos ese repaso obligado de la actividad de tus allegados, la absurda estadística de los "likes" en tus más recientes publicaciones. Luego, uno es víctima de sentimientos encontrados. De una parte, inquieta la urgencia de regresar, la sensación de que algo falta, que el universo cibernético te necesita. ¿O será justo lo contrario? Nos hemos acostumbrado a lo virtual, se ha perdido sensibilidad en los dedos, que solo parecen responder a las vibraciones de un ratón o un touch pad. El mundo sigue ahí fuera, aunque hayamos conseguido hacerlo dúctil, que quepa en la reducida pantalla de nuestro ordenador. Después, te cruzas en la calle con uno de tus "amigos virtuales" y ni siquiera os miráis a la cara. ¿De qué estamos hablando pues? No sé cuántos de ellos te echan de menos si de pronto, tu perfil desaparece, si te marchas sin dar explicaciones. Seguro que si antes hubieras avisado, los comentarios se contarían por docenas. Pero a veces es mejor correr de un solo golpe las cortinas, no dar opción para el arrepentimiento. Lo que hagas luego, es decisión que únicamente a ti te pertenece. 


2 comentarios:

  1. En este mundo de redes sociales, es más difícil que nunca expresarte con libertad. Un abrazo.

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  2. Comparto lo que dices, y me parece muy acertado. Yo por mi parte, he decaido mucho en su uso y ahora solo entro muy de vez en cuando.
    Saludos

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